miércoles, 4 de marzo de 2009

¡Hágame el favor de usar la servilleta!


Leonardo en la cocina

Antes de que se le ocurriera al genial Leonardo Da Vinci (inventor, pintor, cocinero, escultor, arquitecto, músico, ingeniero e interminables etcéteras, considerado la persona que más variados talentos tuvo en la historia), no existía la servilleta. En cambio, la gente usaba los manteles para limpiarse las manos y la boca, cuando no unos conejitos que ataban a las patas de las sillas. También se estilaba que el anfitrión se limpiase sobre las ropas de sus convidados. ¿Sucio no? Pero eran otros tiempos, aquellos en los que aún se usaba el famoso grito “agua va”, cuando no existía aún el nunca bien ponderado inodoro. Para aquellos que no conocen la historia, me limitaré a decir que en épocas no tan lejanas, las necesidades privadas se satisfacían sobre una palangana, en cualquier cuarto de la casa. Luego se arrojaba su contenido por la ventana, al grito de “agua va”, para avisar a los ocasionales transeúntes sobre lo que podía caerles en la cabeza.

Volviendo ya al tema que nos atañe, transcribimos un texto del propio Leonardo, por el cual no quedan dudas de quién fue el inventor de la famosa servilleta, que perdura hasta nuestros días:
“La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados a las sillas de los convidados a mesa, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas de grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en que vivimos . Además , cuando se recogen tras el banquete y se llevan al lavadero , su hedor impregna las demás ropas con que se los lava.”

“Al inspeccionar los manteles de mi señor Ludovico, luego de que los comensales han abandonado la sala de banquetes, hállome contemplando una escena de tan completo desorden y depravación, más parecida a los despojos de un campo de batalla que a ninguna otra cosa, que ahora considero prioritario, antes de pintar cualquier caballo o retablo, la de dar con una alternativa.”

“Ya he dado con una. He ideado que a cada comensal se le dé su propio paño que, después de ensuciado por sus manos y su cuchillo, podrá plegar para de esta manera no profanar la apariencia de la mesa con su suciedad. ¿Pero cómo habré de llamar a estos paños? ¿Y cómo habré de presentarlos?”
Sin embargo, con gran inquietud por parte del maestro Leonardo, nadie supo cómo utilizar la servilleta o qué hacer con ella. Algunos se dispusieron a sentarse encima. Otros se sirvieron de él para sonarse las narices. Otros se lo arrojaban como juego. Y otros, envolvían en él las viandas que ocultaban en sus bolsillos.

Cuando hubo acabado la comida, el mantel principal quedó tan sucio y calamitoso como de costumbre, y Leonardo, desesperanzado ante la sospecha de que su invención no lograra establecerse.

No hay comentarios: