Considerado una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad, este físico, matemático, ingeniero eléctrico y célebre inventor nunca obtuvo la fama que merece, quizás por sus insólitos planteos, quizás por intereses económicos. Inventó la corriente alterna, las comunicaciones inalámbricas, el tubo fluorescente, la lamparita de plasma, sentó las bases del sistema de televisión, radio, y microondas. Fue el precursor de los actuales microscopios electrónicos y lo que el llamó las “sombragrafías” que no eran otra cosa que las placas logradas con Rayos X, que mando en 1895 a Roentgen, el descubridor de estos rayos, quien pudo constatar la similitud de las placas que había logrado, con las que mucho tiempo antes Tesla usaba.
Entre las proezas, se cuenta que miles de voltios eléctricos pasaron por su cuerpo para encender lámparas, explotar discos de plomo y derretir trozos de metal que sostenía en su mano, mientras la electricidad actuaba en él.
En sus fotos suele vérselo leyendo, ya que era un gran aficionado a la literatura. Se cuenta que un día, mientras realizaba una caminata junto a un amigo, cayó en un asombroso trance en el que recitaba el Fausto de Goethe. Al despertar, se encontraba en un estado de completo éxtasis, ya que había descubierto el secreto para conducir la corriente alterna.
Nació en 1857 en la actual Croacia, y, luego de recibirse de ingeniero, Tesla emigró a EEUU en búsqueda de una carrera. Comenzó a trabajar junto a Thomas Edison en Nueva York, donde terminó de desarrollar muchos de los trabajos sobre los que el máximo inventor norteamericano trabajaba hacía muchos años. Eso sí, Edison se cuidó de inscribir las patentes a su nombre. No obstante, Tesla nunca pudo convencerlo de usar su motor de corriente alterna, en vez del pesado motor de corriente continua que vendía la compañía. Como Edison no estaba dispuesto a renunciar al uso de su descubrimiento, aunque la aplicación de la corriente alterna de Tesla (que es la que usamos hoy) fuese más efectiva, hubo un choque de personalidades que terminó con el trabajo en conjunto.
Pero Tesla no se rindió y comenzó a juntar fondos para armar su propio laboratorio. George Westinghouse, un millonario que invertía en el negocio de la electricidad, compró a Tesla la patente de la corriente alterna, lo cual le sirvió de base para crear el imperio Westinghouse, al imponerse en el sistema público por sobre el sistema propuesto por Edison, basado en la energía continua. Westinghouse fue quien apoyó a Tesla para instalar la primera usina de corriente alterna en las cataratas del Niágara durante 1895.
Hacia mediados de la década de 1890 empezó a anunciar que un nuevo sistema que desarrollaba le permitiría entregar energía eléctrica a millones de hogares en forma gratuita o a un precio casi imperceptible. Sus proyectos afirmaban que era posible transmitir energía sin necesidad de cables, sólo utilizando el aire como conductor, sin tener pérdidas significativas. Estos principios son los mismos que hoy permiten la transmisión inalámbrica que utilizamos cotidianamente en un control remoto normal o en un teléfono celular. Yendo aún más lejos, Nikola Tesla pensaba que, si podía iluminar por inducción una lámpara a una distancia de 4 metros, también podía repetir la experiencia en gran escala, usando la Tierra misma como transmisor. Así, poniéndola a en oscilación, lograría que la luz y la energía mundial fuesen gratuitas para toda la Humanidad. “ Ahora sabemos que las vibraciones eléctricas pueden transmitirse a través de un solo conductor. ¿Porqué no tratamos entonces de servirnos de la Tierra con ese propósito?”
Viendo a la Tierra como a una gran lámpara, Nikola Tesla realizó uno de los experimentos más increíbles de la historia. Usando sus generadores y transformadores logró producir energía a 4.000.000 de voltios. Enviando alto voltaje a un mástil de 70 mts. creó el equivalente de docenas de rayos con un ruido ensordecedor. No solo fabricó un Polo Sur artificial en el lado opuesto de la Tierra, produciendo las oscilaciones mundiales que había previsto, sino que logró encender lámparas ubicadas a 40 kms. de su laboratorio. Este experimento hizo volar la usina de Colorado, lo que lo alejó de la comunidad, que lo empezó a mirar como a un ser peligroso. Además, las quejas de los vecinos de la ciudad se habían multiplicado a raíz de denuncias por extraños sucesos, como la aparición de bolas luminosas sobre el laboratorio, lámparas eléctricas que explotaban espontáneamente y chispas que salían de las calles de la ciudad.
Todo esto, sumado a problemas financieros cada vez mayores, forzaron a Tesla a recurrir al multimillonario J. P. Morgan, a quien vendió un proyecto para crear un sistema de transmisión inalámbrico de datos que abarcaría todo el planeta. Morgan, que vio la posibilidad de acceder a un virtual monopolio del sistema de comunicaciones, le dio 150.000 dólares para desarrollar sus inventos y un predio en Long Island donde instaló el laboratorio de Wardenclyffe. Sin embrago, el entusiasmo de Morgan iba en disminución ante la falta de resultados concretos para exhibir. La gota que colmó el vaso fue la conversación que tuvo una noche Tesla con el millonario. El inventor, quizás con algunas copas de más, le confesó que el plan de transmisión de comunicaciones era en realidad un proyecto para transmitir electricidad sin costo a los hogares norteamericanos. Al día siguiente Morgan cortó todo apoyo a Tesla y éste se vio obligado a buscar nuevos inversores. Ésta fue la última oportunidad que tuvo para demostrar que era capaz de hacer realidad el proyecto de electricidad gratuita y sin límites.
Luego afirmó poseer un rayo que mediante ondas de frecuencia podría “partir a la tierra en dos como si se tratase de una manzana”. Basándose en experimentos con los que anteriormente había logrado derretir rubíes y diamantes, presentó al gobierno un proyecto para construir un artefacto capaz de lanzar un rayo electromagnético a miles de millas de distancia “capaz de derribar aviones a 400 kilómetros de distancia”. Por medio de una carta, se dirigió al entonces presidente Wilson revelando poseer lo que él denominó “el rayo de la muerte”. En la misiva afirmaba haber logrado ya resultados concretos que demostraban el enorme poder destructivo de su arma. Reveló que durante 1908, mientras su amigo Robert Peary intentaba llegar al Polo Norte, envió uno de sus rayos para que cayera al oeste de donde este se encontraba. De acuerdo con los registros que obran en la Fundación Tesla, envió a su amigo un telegrama en el que le anunciaba que recibiría una inequívoca señal suya mientras se encontraba de camino al Polo. Peary volvió sin haber percibido nada anormal, pero ese mismo día una devastadora y todavía inexplicada explosión sacudió a la zona de Tunguska, en Siberia. Cerca de 3.000 kilómetros cuadrados de bosque fueron barridos por una explosión que se calcula tuvo un poder de 50 megatones (una 3800 veces más que la bomba atómica detonada en Hiroshima). Nunca se dio una explicación convincente al suceso, ya que jamás se encontraron restos de algún meteorito, cráter u otro factor capaz de explicar semejante devastación. La gente que se encontraba a 400 kms. de distancia fue derribada por la fuerza de la explosión, que se escuchó incluso hasta los 1000 kms. a la redonda. En su carta al presidente, Tesla sugería que su rayo había sido el culpable de esa explosión y, debido a errores en sus cálculos, el estallido se había producido en una zona alejada de sus planes. Escribió que al enterarse del peligro que encerraba su invento, decidió desarmar la maquina hasta que estuviesen dadas las condiciones para que sea debidamente comprendida.
Sobre el final de la guerra, Tesla propuso un haz de ondas electromagnéticas para detectar aviones y submarinos a distancia, pero su eterno competidor, Thomas Edison, recomendó desechar la idea por inviable. Años más tarde los británicos desarrollaron el sistema y lo denominaron radar, el que luego fue adaptado para operar en las profundidades y sirvió para desarrollar los sonares modernos.
En un último intento por aportar con sus inventos a la humanidad, envió reproducciones de los planos de su “rayo de la muerte” a los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Rusia y del Reino Unido, con la idea que con semejante poder destructivo en manos de todas las potencias se lograría un equilibrio capaz de traer una nueva época de paz a la humanidad.
Enfermo debido a su continua exposición a intensos campos electromagnéticos, Tesla murió durante 1943 tratando en vano de aportar con sus ideas al esfuerzo norteamericano para derrotar la maquinaria bélica del eje. Al día siguiente a su muerte todas sus notas y los aparatos de sus laboratorios fueron retirados por agentes del gobierno y hasta la fecha continúan protegidos como secreto de estado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario