martes, 14 de abril de 2009
Buenas noticias para los vecinos
En este nuevo número nos venimos con novedades, que, como es de nuestro gusto, nos van a beneficiar a todos. Se trata de nuestra hoja de “Cupones Promocionales Ciudad.Wiki” que puede verse en página central. Recortando cada cupón, usted tiene derecho a canjearlo por una promoción que nuestros queridos anunciantes gentilmente otorgan a nuestros lectores.
La idea surgió al buscar una forma de que los anunciantes conocieran cabalmente el impacto que la revista genera en sus ventas. Era necesario brindarles alguna herramienta de análisis, ya que hasta ahora tuvieron que contentarse sólo con confiar en nosotros, y confiar es algo difícil hoy en día. Tuvimos que pelearla mucho para sacarnos el prejuicio que, con razón, existe sobre las revistas barriales. No es sencillo convencer a alguien de que se tiran 3.000 ejemplares casa por casa en el barrio. Y tampoco podemos pagarle al IVC (Instituto Verificador de Circulaciones) para que ponga un tipo a seguirnos durante los 3 días en los que repartimos cada número.
Por otro lado, sabemos que los vecinos van a empezar a buscar más a la hora de hacer las compras, por culpa del fatídico “efecto jazz” y la estulticia gubernamental. Nuestras encuestas lo han confirmado. Ahí venimos nosotros, como único medio masivo exclusivo del barrio, a dar una solución.
¡A aprovechar se dijo! Aprovechemos las promociones que tan bien nos vienen, y de paso ayudamos a los anunciantes, esos que hacen posible que cada mes una Ciudad.Wiki lo espere en la puerta de su casa.
La idea surgió al buscar una forma de que los anunciantes conocieran cabalmente el impacto que la revista genera en sus ventas. Era necesario brindarles alguna herramienta de análisis, ya que hasta ahora tuvieron que contentarse sólo con confiar en nosotros, y confiar es algo difícil hoy en día. Tuvimos que pelearla mucho para sacarnos el prejuicio que, con razón, existe sobre las revistas barriales. No es sencillo convencer a alguien de que se tiran 3.000 ejemplares casa por casa en el barrio. Y tampoco podemos pagarle al IVC (Instituto Verificador de Circulaciones) para que ponga un tipo a seguirnos durante los 3 días en los que repartimos cada número.
Por otro lado, sabemos que los vecinos van a empezar a buscar más a la hora de hacer las compras, por culpa del fatídico “efecto jazz” y la estulticia gubernamental. Nuestras encuestas lo han confirmado. Ahí venimos nosotros, como único medio masivo exclusivo del barrio, a dar una solución.
¡A aprovechar se dijo! Aprovechemos las promociones que tan bien nos vienen, y de paso ayudamos a los anunciantes, esos que hacen posible que cada mes una Ciudad.Wiki lo espere en la puerta de su casa.
Antoni Gaudí y La Sagrada Familia
Antoni Gaudí (1852-1926) fué el creador de “La Sagrada Familia”, templo que elegimos como imagen de tapa para este número. El arquitecto español y máximo representante del modernismo catalán fue quien inició su construcción en 1882. El templo, hasta hoy, continúa siendo edificado.
Gaudí asumió la dirección de la obra con apenas 31 años, y le dedicó el resto de su vida. Partiendo de bocetos generales, fue improvisando la construcción a medida que avanzaba. Luego de su muerte, debió proseguirse la obra utilizando sólo algunos planos y un modelo de yeso que resultó muy dañado luego de la Guerra Civil Española.
El templo, cuando esté terminado, dispondrá de 18 torres de hasta 170 metros, dedicadas a Jesús, la Virgen y los evangelistas. Se estima que se finalizará en el año 2026, coincidiendo con la fecha del centenario del fallecimiento de Gaudí.
Curiosidades
Josep María Subirachs, encargado de las esculturas, añadió un “cuadrado mágico” de 16 cifras que, sumando cuatro de ellas en cualquier sentido, siempre dan 33, la edad de Cristo al morir. Se pueden hacer 310 combinaciones distintas.
Gaudí asumió la dirección de la obra con apenas 31 años, y le dedicó el resto de su vida. Partiendo de bocetos generales, fue improvisando la construcción a medida que avanzaba. Luego de su muerte, debió proseguirse la obra utilizando sólo algunos planos y un modelo de yeso que resultó muy dañado luego de la Guerra Civil Española.
El templo, cuando esté terminado, dispondrá de 18 torres de hasta 170 metros, dedicadas a Jesús, la Virgen y los evangelistas. Se estima que se finalizará en el año 2026, coincidiendo con la fecha del centenario del fallecimiento de Gaudí.
Curiosidades
Josep María Subirachs, encargado de las esculturas, añadió un “cuadrado mágico” de 16 cifras que, sumando cuatro de ellas en cualquier sentido, siempre dan 33, la edad de Cristo al morir. Se pueden hacer 310 combinaciones distintas.
¡¡¡Pero porqué seremos tan anacoretas!!!
¡HAU! Ése es todo el diálogo que mantengo con mi vecino, el único con el que cruzo alguna palabra, aunque mas no sea esta onomatopeya. No menciono a los demás, porque no sé ni cómo se llaman. Es más, si me los llego a cruzar en otro lado, jamás me percataría de que ése es el tipo que vive frente a mi casa. ¿Kollas tímidos nosotros? No, ilustres, tal vez demasiado ilustres, vecinos de Tres Cerritos. Ojalá lo nuestro fuera timidez, pero me parece que más bien se trata de arrogancia. Ninguna otra cosa explica las veces que me quedé con una mano levantada y la cara de gil, ante la indiferencia de ese tipo que vive al frente o al costado, y que parece que es ciego o sordo, o un pedante inútil que no conoce el valor del buen trato con sus vecinos, o con cualquier otra persona. La vida tiene sus vueltas, y nunca se sabe cuándo estaremos en la necesidad de pedir ayuda a ese tipo que dejaste plantado como un estúpido.
Tal vez sea una cuestión de clase social, ya que observé similar comportamiento con los compañeros del colegio al que iba. Sí, tuve la desgracia de asistir a uno de los más prestigiosos colegios de Salta, uno que tiene el uniforme verde y la autoestima muy alta. Recuerdo que mis compañeros tampoco me saludaban cuando los cruzaba, ni en el aula ni en la calle. Comprendo que yo sea un poco impresentable, pero tampoco es para dar semejante muestra de falta de educación.
Hay que destacar, sí, alguna ventaja que tiene nuestro hábito anacoreta (en griego, anachoreo, significa “esconderse”, y usted puede ir adivinando el colegio al que fuí). Lo bueno es que los vecinos del barrio podemos armar el barullo que queramos, con la seguridad de que el vecino no va a venir a quejarse, ni tampoco a prenderse en la fiesta, como sucede en otros lugares. Claro que usted tendrá que bancársela cuando sea el otro el que haga ruido e invite a una banda de mariachis que aúllen hasta las 6 de la mañana. Nuestra relación se basa en hacer de cuenta que el otro es invisible, inaudible e inasible. ¡Y vaya que nos sale bien! Es más, ni siquiera escuchamos la alarma del vecino (ni la del auto ni la de la casa), aunque ése es otro tema, que merece una extensa renegada por este medio.
Lo que es preocupante, es que a veces me imagino qué sucedería si entraran a robar a mi casa un día de estos. Quizás podrían estacionar un camión y vaciarla por completo, lentamente y a cara descubierta. ¿Qué harían mis vecinos? Estoy seguro que no se dignarían a mirar qué es lo que pasa en sus narices. “¿Se estarán mudando?”, se preguntará, con suerte, alguno. Claro, no saben quién soy, ni les interesa.
En otros lugares, la gente se conoce. Sabe si el vecino se muda, si se peleó con la mujer, si perdió su trabajo, a qué colegio van sus hijos. Esto es algo que ayuda mucho a paliar la inseguridad, tema tan en boga en estos tiempos difíciles. El vínculo puede ayudarnos también ante muchas contingencias de la vida.
Tal vez deberíamos gastar menos en alarmas, y en cambio invertir en unos mates con nuestro vecino. A ver si nuestros hijos, como antes nosotros, vuelven a salir a jugar a la calle con el changuito del frente, y nosotros a compartir un rato con ese otro que, estando tan cerca, es como si estuviera tan lejos como en Siberia.
Tal vez sea una cuestión de clase social, ya que observé similar comportamiento con los compañeros del colegio al que iba. Sí, tuve la desgracia de asistir a uno de los más prestigiosos colegios de Salta, uno que tiene el uniforme verde y la autoestima muy alta. Recuerdo que mis compañeros tampoco me saludaban cuando los cruzaba, ni en el aula ni en la calle. Comprendo que yo sea un poco impresentable, pero tampoco es para dar semejante muestra de falta de educación.
Hay que destacar, sí, alguna ventaja que tiene nuestro hábito anacoreta (en griego, anachoreo, significa “esconderse”, y usted puede ir adivinando el colegio al que fuí). Lo bueno es que los vecinos del barrio podemos armar el barullo que queramos, con la seguridad de que el vecino no va a venir a quejarse, ni tampoco a prenderse en la fiesta, como sucede en otros lugares. Claro que usted tendrá que bancársela cuando sea el otro el que haga ruido e invite a una banda de mariachis que aúllen hasta las 6 de la mañana. Nuestra relación se basa en hacer de cuenta que el otro es invisible, inaudible e inasible. ¡Y vaya que nos sale bien! Es más, ni siquiera escuchamos la alarma del vecino (ni la del auto ni la de la casa), aunque ése es otro tema, que merece una extensa renegada por este medio.
Lo que es preocupante, es que a veces me imagino qué sucedería si entraran a robar a mi casa un día de estos. Quizás podrían estacionar un camión y vaciarla por completo, lentamente y a cara descubierta. ¿Qué harían mis vecinos? Estoy seguro que no se dignarían a mirar qué es lo que pasa en sus narices. “¿Se estarán mudando?”, se preguntará, con suerte, alguno. Claro, no saben quién soy, ni les interesa.
En otros lugares, la gente se conoce. Sabe si el vecino se muda, si se peleó con la mujer, si perdió su trabajo, a qué colegio van sus hijos. Esto es algo que ayuda mucho a paliar la inseguridad, tema tan en boga en estos tiempos difíciles. El vínculo puede ayudarnos también ante muchas contingencias de la vida.
Tal vez deberíamos gastar menos en alarmas, y en cambio invertir en unos mates con nuestro vecino. A ver si nuestros hijos, como antes nosotros, vuelven a salir a jugar a la calle con el changuito del frente, y nosotros a compartir un rato con ese otro que, estando tan cerca, es como si estuviera tan lejos como en Siberia.
El Metrosexual
He encontrado al hombre con el que soñamos todas las mujeres. El hombre perfecto. Y ahora que lo tengo... no sé qué hacer con él. ¡Es demasiada responsabilidad! Es como tener una cámara digital con autofocus y zoom incorporado... Que si la foto sale mal, ¡esta claro que es culpa tuya! Porque él es comprensivo, sensible, detallista, lee el Cosmopolitan... ¡Qué digo "lee"! ¡La subraya! La verdad es que es maravilloso.
Para empezar, recuerda todas las fechas. Y cuando digo todas, es todas: me mandó flores el día que hicimos una semana, el día que hicimos un mes, el día de mi cumpleaños, el día de mi santo, el día de la mujer trabajadora. ¡Que tengo la casa que parece la tumba de Lady Di!
Bueno, y cada vez que vuelvo de la peluquería, ¡él lo nota! Se me queda mirando y me dice: “Cariño... tú te has saneado las puntas...”
¡Es que se fija en todo! Aunque esto tiene sus problemas. Me alaba tanto la lencería, que luego no tengo valor para ponerme bragas normales. La tanga ya me ésta haciendo un absceso. Y, sobre todo, no me lleva nunca la contraria: ya estoy hasta los cojones de ir a ver comedias románticas. Por no hablar de cuando vamos de compras. Oye, ¡que le pone interés! Le pone tanto interés que me agota... Yo destrozada, y él: “ Venga, cielo, sólo una tienda más...”. Y yo: “ No, de verdad que éste me gusta...” Y él: “Eso lo dices para que nos vayamos”.
Por no hablar de lo humillante que es salir con el hombre perfecto: no bebe nunca, con lo cual, yo parezco Homero Simpson. Come menos que yo, con lo cual, yo parezco... Homero Simpson. Y baila de p... madre, con lo cual yo parezco: ¡Homero Simpson! ¡Y encima está buenísimo! Yo, para arreglarme, necesito tres horas, y salgo hecha un asco. Él, en cinco minutos, se ha duchado, se ha puesto perfecto y me ha limpiado el baño. Que entro yo pensando que me lo voy a encontrar todo hecho un desastre... y me lo encuentro impoluto... que me dan ganas de decirle: "¡Pero bueno! ¿Dónde me has puesto los pegotes de maquillaje que había dejado yo aquí, en el lavabo?”
Oye, ¡que no hay forma de enfadarse con él! No saben cómo echo de menos esas reuniones con mis amigas poniendo verdes a nuestros novios... Ahora ya ni voy. ¡Para no poder ni abrir la boca...!
El otro día fuimos a cenar a casa de unos amigos y ellos se pusieron a discutir. Y yo le dije a mi novio: “ ¡Ayyyy... qué bonito! Cariño, tú y yo nunca hacemos esas cosas...” ¡Solo una vez creí que íbamos a discutir! Llego a casa y me pregunta: “Cielo... ¿Tú has metido en la lavadora tu tanga roja con mis camisas blancas?” ¡Sí! - le contesto yo -. “¡Pues se ha desteñido todo!”. ¿Sí? ¿Y estás enfadado? “¡Pues sí! ¡Con la lavadora!”
Ay... qué desesperante. ¡Lo distinto que era todo con mi ex! Recuerdo una vez que le dije: “Ay, cariño. Me veo gorda...”. No te preocupes, tonta - replicó - eso le pasa a todo el mundo. “¿Todo el mundo se ve gordo?” No, que te ven a ti.
Pero cuando ya toqué fondo con mi "hombre ideal" fue un domingo que estaba yo ahí tan tranquilamente tirada en el sillón, viendo la tele, y llega él, me arranca la manta y me dice: “¡Venga, arriba, cariño...! ¡Tengo entradas para llevar a tu madre a Expo-mascota!”. Yo ahí ya me dije: "Tanta perfección no es normal". Y desde entonces le estoy provocando, a ver hasta dónde aguanta. El otro día estábamos viendo la final de la Champions League y de repente... agarro el mando y pongo Gente. “¿Qué? ¿Te jode?” - le espeto -. Y va y me dice: “No, cielo, no te preocupes.. si los penaltis son una lotería...”
¡No puede ser! ¡Aquí hay gato encerrado! ¿Qué hace conmigo un tío tan maravilloso? Y me puse a darle vueltas: A ver, la nacionalidad la tiene. Por dinero, tampoco puede ser, porque con lo que le debo al banco, ¡a quien debería ligarse es al director...! ¡Oye! ¡A ver si va a ser gay! Porque ahora que lo pienso... cuando vemos una tía buena, le saca los defectos antes que yo. Tú le dices: “Joder, mira qué guapa Cindy Crawford” Y te contesta: Sí, pero... tiene los tobillos gordos. Aunque por otro lado, ¿Cómo va a ser gay? Si es una máquina en la cama. No sabéis lo que aguanta. Tengo que esperarle yo a él. ¡Que estoy cogiendo complejo de precoz! Bueno, y no creáis que luego se pone a roncar. Me da una conversación... Que si me ha gustado, que si le quiero, que si quiero otro... Que al final le tengo que decir: ¡Cariño, lo que quiero es dormir!
Mira, yo ya no podía soportar tanta perfección, así que la semana pasada hablé con él: “Cariño, así no podemos seguir. O cambian las cosas, o lo dejamos. Y se está esforzando, ¿eh? El otro día salió con los amigotes, y cuando llega a las cuatro de la mañana, me despierta y me susurra al oído: “ Cariño, cariño... quítate las bragas...” Y yo toda emocionada: ¡Huy...! ¿Qué te pasa? Y él: “Que las voy a poner en la lavadora”.
Para empezar, recuerda todas las fechas. Y cuando digo todas, es todas: me mandó flores el día que hicimos una semana, el día que hicimos un mes, el día de mi cumpleaños, el día de mi santo, el día de la mujer trabajadora. ¡Que tengo la casa que parece la tumba de Lady Di!
Bueno, y cada vez que vuelvo de la peluquería, ¡él lo nota! Se me queda mirando y me dice: “Cariño... tú te has saneado las puntas...”
¡Es que se fija en todo! Aunque esto tiene sus problemas. Me alaba tanto la lencería, que luego no tengo valor para ponerme bragas normales. La tanga ya me ésta haciendo un absceso. Y, sobre todo, no me lleva nunca la contraria: ya estoy hasta los cojones de ir a ver comedias románticas. Por no hablar de cuando vamos de compras. Oye, ¡que le pone interés! Le pone tanto interés que me agota... Yo destrozada, y él: “ Venga, cielo, sólo una tienda más...”. Y yo: “ No, de verdad que éste me gusta...” Y él: “Eso lo dices para que nos vayamos”.
Por no hablar de lo humillante que es salir con el hombre perfecto: no bebe nunca, con lo cual, yo parezco Homero Simpson. Come menos que yo, con lo cual, yo parezco... Homero Simpson. Y baila de p... madre, con lo cual yo parezco: ¡Homero Simpson! ¡Y encima está buenísimo! Yo, para arreglarme, necesito tres horas, y salgo hecha un asco. Él, en cinco minutos, se ha duchado, se ha puesto perfecto y me ha limpiado el baño. Que entro yo pensando que me lo voy a encontrar todo hecho un desastre... y me lo encuentro impoluto... que me dan ganas de decirle: "¡Pero bueno! ¿Dónde me has puesto los pegotes de maquillaje que había dejado yo aquí, en el lavabo?”
Oye, ¡que no hay forma de enfadarse con él! No saben cómo echo de menos esas reuniones con mis amigas poniendo verdes a nuestros novios... Ahora ya ni voy. ¡Para no poder ni abrir la boca...!
El otro día fuimos a cenar a casa de unos amigos y ellos se pusieron a discutir. Y yo le dije a mi novio: “ ¡Ayyyy... qué bonito! Cariño, tú y yo nunca hacemos esas cosas...” ¡Solo una vez creí que íbamos a discutir! Llego a casa y me pregunta: “Cielo... ¿Tú has metido en la lavadora tu tanga roja con mis camisas blancas?” ¡Sí! - le contesto yo -. “¡Pues se ha desteñido todo!”. ¿Sí? ¿Y estás enfadado? “¡Pues sí! ¡Con la lavadora!”
Ay... qué desesperante. ¡Lo distinto que era todo con mi ex! Recuerdo una vez que le dije: “Ay, cariño. Me veo gorda...”. No te preocupes, tonta - replicó - eso le pasa a todo el mundo. “¿Todo el mundo se ve gordo?” No, que te ven a ti.
Pero cuando ya toqué fondo con mi "hombre ideal" fue un domingo que estaba yo ahí tan tranquilamente tirada en el sillón, viendo la tele, y llega él, me arranca la manta y me dice: “¡Venga, arriba, cariño...! ¡Tengo entradas para llevar a tu madre a Expo-mascota!”. Yo ahí ya me dije: "Tanta perfección no es normal". Y desde entonces le estoy provocando, a ver hasta dónde aguanta. El otro día estábamos viendo la final de la Champions League y de repente... agarro el mando y pongo Gente. “¿Qué? ¿Te jode?” - le espeto -. Y va y me dice: “No, cielo, no te preocupes.. si los penaltis son una lotería...”
¡No puede ser! ¡Aquí hay gato encerrado! ¿Qué hace conmigo un tío tan maravilloso? Y me puse a darle vueltas: A ver, la nacionalidad la tiene. Por dinero, tampoco puede ser, porque con lo que le debo al banco, ¡a quien debería ligarse es al director...! ¡Oye! ¡A ver si va a ser gay! Porque ahora que lo pienso... cuando vemos una tía buena, le saca los defectos antes que yo. Tú le dices: “Joder, mira qué guapa Cindy Crawford” Y te contesta: Sí, pero... tiene los tobillos gordos. Aunque por otro lado, ¿Cómo va a ser gay? Si es una máquina en la cama. No sabéis lo que aguanta. Tengo que esperarle yo a él. ¡Que estoy cogiendo complejo de precoz! Bueno, y no creáis que luego se pone a roncar. Me da una conversación... Que si me ha gustado, que si le quiero, que si quiero otro... Que al final le tengo que decir: ¡Cariño, lo que quiero es dormir!
Mira, yo ya no podía soportar tanta perfección, así que la semana pasada hablé con él: “Cariño, así no podemos seguir. O cambian las cosas, o lo dejamos. Y se está esforzando, ¿eh? El otro día salió con los amigotes, y cuando llega a las cuatro de la mañana, me despierta y me susurra al oído: “ Cariño, cariño... quítate las bragas...” Y yo toda emocionada: ¡Huy...! ¿Qué te pasa? Y él: “Que las voy a poner en la lavadora”.
El hombre, la mujer, la familia, la soledad y el egoísmo
Como la mujer está cada día más atareada con su nuevo rol social, al pobre hombre no le quedó otra que enamorarse de sí mismo. Tal vez extrañándola, quiso sentirla en su piel, y por eso (aprovechando que su mujer no estaba en casa), comenzó a probarse las cremas de día y las de noche, le robó la depiladora, la planchita y el maquillaje. Cuando hubo agotado todos los recursos caseros, salió a la calle para hacerse la manicura, el peinado del pájaro loco, se compró ropa apretada y colorida, y no paró hasta el implante de nalgas.
El hombre de ayer solía frecuentar con “los muchachos”, bares en los que hablaban de política, autos, aventuras y mujeres. Ahora, estos bares han sido reemplazados por peluquerías, spas, gimnasios y demás centros de belleza. Así, nuestra sociedad supo cambiar los roles del hombre: de proveedor a objeto. A su vez, la mujer cambió en sentido inverso: de objeto a proveedor. ¿Triste no? Lo cierto es que cada sexo no hizo otra cosa que copiarse del otro lo que no debía. El amor bien entendido nunca existió: antes era un comercio en el que se intercambiaba belleza por sustento, y ahora, como hombres y mujeres tienen su propia belleza y su propio sustento, lo único que cambió es que se intercambian las mismas cosas.
Todo se trata de apariencia, poder y dinero. Será por eso que odio las películas “de época”, en la que el príncipe bobo (pero adinerado y poderoso), se enamora perdidamente de la chica, cuyo único atributo es la belleza. Cupido hace las suyas, y el flechazo cae inevitable y “para siempre” en el primer encuentro. Claro que todas estas películas terminan con el casamiento. Habría que ver qué viene después, cuando a la doncella le comiencen a salir las canas y las arrugas, y se dé cuenta de que el amoroso príncipe le lleva más el apunte a su influyente mamá que a los caprichitos de su amada.
¿Dónde quedó el Amor? ¿Existió eso alguna vez? Claro que hay excepciones, pero todo indica que los divorcios de ayer no fueron más, por una cuestión social. Hoy no son más, por una cuestión económica. Antes era “feo”, socialmente hablando, y ahora no alcanza la plata. A los que les alcanza, varones y mujeres, volverán al comercio de poder/dinero por belleza, con un nuevo socio de veinte años menos. Y vuelta a empezar lo mismo, con idénticos resultados.
Si este es el amor de pareja, qué decir del amor de familia. Muchas veces se trata de lo mismo. Te quiero porque a tu lado soy mas lindo/poderoso/adinerado/orgulloso. ¿Proyectos o momentos compartidos? Habrá que sacarles una foto, para colgarla en el living para que los invitados piensen que en casa hay una familia, y no un rejunte de individualidades. (N de la R: ojo mis lectores con querer imponer a toda su familia sus propios proyectos como proyecto de familia. Así no es la cosa).
A ver si la familia reunida se sienta y empieza a conocerse. Sus preocupaciones, sus objetivos, sus placeres, sus fortalezas y debilidades. Abrirse y conocerse es más sencillo que andar ocultándose todo el tiempo, y más provechoso también. En los negocios todos saben lo bueno que es compartir experiencias y preocupaciones. ¿Porqué no lo aplicamos con la familia? ¿Hay algo que perder acaso? Sólo una cosa: la vergüenza. Charlemos.
El hombre de ayer solía frecuentar con “los muchachos”, bares en los que hablaban de política, autos, aventuras y mujeres. Ahora, estos bares han sido reemplazados por peluquerías, spas, gimnasios y demás centros de belleza. Así, nuestra sociedad supo cambiar los roles del hombre: de proveedor a objeto. A su vez, la mujer cambió en sentido inverso: de objeto a proveedor. ¿Triste no? Lo cierto es que cada sexo no hizo otra cosa que copiarse del otro lo que no debía. El amor bien entendido nunca existió: antes era un comercio en el que se intercambiaba belleza por sustento, y ahora, como hombres y mujeres tienen su propia belleza y su propio sustento, lo único que cambió es que se intercambian las mismas cosas.
Todo se trata de apariencia, poder y dinero. Será por eso que odio las películas “de época”, en la que el príncipe bobo (pero adinerado y poderoso), se enamora perdidamente de la chica, cuyo único atributo es la belleza. Cupido hace las suyas, y el flechazo cae inevitable y “para siempre” en el primer encuentro. Claro que todas estas películas terminan con el casamiento. Habría que ver qué viene después, cuando a la doncella le comiencen a salir las canas y las arrugas, y se dé cuenta de que el amoroso príncipe le lleva más el apunte a su influyente mamá que a los caprichitos de su amada.
¿Dónde quedó el Amor? ¿Existió eso alguna vez? Claro que hay excepciones, pero todo indica que los divorcios de ayer no fueron más, por una cuestión social. Hoy no son más, por una cuestión económica. Antes era “feo”, socialmente hablando, y ahora no alcanza la plata. A los que les alcanza, varones y mujeres, volverán al comercio de poder/dinero por belleza, con un nuevo socio de veinte años menos. Y vuelta a empezar lo mismo, con idénticos resultados.
Si este es el amor de pareja, qué decir del amor de familia. Muchas veces se trata de lo mismo. Te quiero porque a tu lado soy mas lindo/poderoso/adinerado/orgulloso. ¿Proyectos o momentos compartidos? Habrá que sacarles una foto, para colgarla en el living para que los invitados piensen que en casa hay una familia, y no un rejunte de individualidades. (N de la R: ojo mis lectores con querer imponer a toda su familia sus propios proyectos como proyecto de familia. Así no es la cosa).
A ver si la familia reunida se sienta y empieza a conocerse. Sus preocupaciones, sus objetivos, sus placeres, sus fortalezas y debilidades. Abrirse y conocerse es más sencillo que andar ocultándose todo el tiempo, y más provechoso también. En los negocios todos saben lo bueno que es compartir experiencias y preocupaciones. ¿Porqué no lo aplicamos con la familia? ¿Hay algo que perder acaso? Sólo una cosa: la vergüenza. Charlemos.
Manual de zonceras on-line
Todos los días, toneladas de gansadas circulan impunemente por la red, y, hay que decirlo, lo hacen gracias a la inocencia de todos nosotros. Algunas de estas operías se trasladan incluso al papel prensa (esta revista se nutre así en un 50%), pero es preocupante ver el impacto que tienen entre personas y medios serios e importantes, naturalmente distintos a este. Y no me refiero a un inocente: “Si usted no reenvía este mail morirá aplastado por un tren en las próximas 24 horas” (que yo no creo pero que igual no puedo evitar pensar en la situación). Hay idioteces que comprometen seriamente nuestro buen entendimiento sobre política, economía o religión, entre otras cosas. Aquí, un breve compendio:
Zoncera nº1
Seguro que a usted ya le llegó, y se agarró tal rabieta que quiso tirar todo al demonio. ¿Escuchó hablar del fondo de rescate de EEUU por U$S 700.000 millones? Seguro que sí. Ahora, también es seguro que usted no tiene idea de cuánta plata es eso ¿no? A nadie le entra en la cabeza.
Pues bien, parece que alguien sacó un cálculo interesante: dividió la cantidad de dólares puestos en circulación por la cantidad de gente que habita el planeta (unos 6.700 millones de almas). Y se dió con la exorbitante suma que sugiere que a cada habitante le tocarían: ¡¡¡104 millones de dólares!!! A continuación, claro, algunos párrafos de gastada moralina.
Sin embargo, el problema es que el que empezó con la cadena metió ligeramente la pata: el resultado es sólo 104 dólares por persona, con lo cual, sabemos, es imposible solucionar los problemas de la humanidad. Este señor hizo aparecer 6 ceros (000.000) detrás de la cifra correcta.
Ahora bien, lo que llama la atención no es que alguien cometa semejante error matemático, sino que esta gansada de vuelta al mundo sin que nadie la pare. ¡¡¡Qué gringos y la /#¬|&Ç%*!!! seguro dijo alguno, sin revisar antes los cálculos. Le digo más, en Salta alguien llegó a defender la operación de rescate, por más injusta que parezca. Y la defendió bien, pero no advirtió el error matemático. Una muestra de cómo leemos.
Zoncera nº2
¿Y si le digo que si reenvía este mail el Señor Bill Gates le firmará a usted un cheque por U$S 253 por cada persona a la que lo envíe? Esto es verdadero, me lo confirmó una amiga mía que es abogada (ella se llama Elba Gallo, y recibió un cheque por U$S 2.480,94). Esto es porque Intel y AOL se están por fusionar y Bill Gates quiere hacer una apuesta en relación al e-mail. Claro, para él son unas monedas, y lo hace como plan de mercadeo.
Bueno, hasta aquí el chiste. Analicemos: ¿No se jubiló ya Bill Gates? ¿Y qué cuernos tiene que ver este señor con Intel y AOL? ¿Cómo es que tu amiga abogada obtuvo un cheque por U$S 2.480 con 94 centavos, si se paga de a U$S 253?
Pocos se hacen esta pregunta, y entonces empiezan a reenviar el texto a todo el mundo. Les juro que a ninguno les llegó un solo peso. A mí me lo mandó una compañera de trabajo, y todavía está esperando.
¿Y porqué hacen esto? ¿Puras ganas de jorobar? No señor, esto se hace para que, tras los sucesivos reenvíos, queden en el cuerpo del mensaje innumerables direcciones de casillas de correo. Hay gente que junta esos datos, y luego vende el “paquete” a estafadores, que terminan el círculo haciendo el cuento del tío por la red: Usted se ganó un auto en un sorteo, pero para que lo enviemos tiene que depositar $ 2.000 en la cuenta bancaria tal. Y algunos van y lo hacen. Después no digan que no les avisé.
Zoncera nº3
¿Asustado por el fin del mundo o el Apocalipsis? Seguro que usted leyó el mail que contiene el supuesto 3º mensaje de la Virgen de Fátima, que anuncia muerte, destrucción de medio mundo, la ira de Dios y cosas por el estilo, todas originadas en los tantos pecados de la humanidad.
De verdad preocupa mucho que gente muy católica ande divulgando estas zonceras sin antes corroborar un poquito. Cuando algo sea muuuy llamativo, busque otras miradas. Para eso está Google.
Si usted lo hubiera hecho, ya sabría que el 3º mensaje de Fátima ya fue dado a conocer por la Iglesia, y que se refiere al atentado que sufrió Juan Pablo II. Nada más. Nada de muerte, guerra, destrucción ni fin del mundo. Aparte, eso de poner fecha al Apocalipsis es medio raro: “En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). Ni que hablar de ira ni castigo divino: cuando finalizó el diluvio (el que hizo tan famoso a Noé y su arca), Dios se dijo a sí mismo: “Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos desde su juventud; ni tampoco volveré a castigar a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo” (Gn 8,21). Ya está avisado. No acepte espejitos de colores.
Zoncera nº1
Seguro que a usted ya le llegó, y se agarró tal rabieta que quiso tirar todo al demonio. ¿Escuchó hablar del fondo de rescate de EEUU por U$S 700.000 millones? Seguro que sí. Ahora, también es seguro que usted no tiene idea de cuánta plata es eso ¿no? A nadie le entra en la cabeza.
Pues bien, parece que alguien sacó un cálculo interesante: dividió la cantidad de dólares puestos en circulación por la cantidad de gente que habita el planeta (unos 6.700 millones de almas). Y se dió con la exorbitante suma que sugiere que a cada habitante le tocarían: ¡¡¡104 millones de dólares!!! A continuación, claro, algunos párrafos de gastada moralina.
Sin embargo, el problema es que el que empezó con la cadena metió ligeramente la pata: el resultado es sólo 104 dólares por persona, con lo cual, sabemos, es imposible solucionar los problemas de la humanidad. Este señor hizo aparecer 6 ceros (000.000) detrás de la cifra correcta.
Ahora bien, lo que llama la atención no es que alguien cometa semejante error matemático, sino que esta gansada de vuelta al mundo sin que nadie la pare. ¡¡¡Qué gringos y la /#¬|&Ç%*!!! seguro dijo alguno, sin revisar antes los cálculos. Le digo más, en Salta alguien llegó a defender la operación de rescate, por más injusta que parezca. Y la defendió bien, pero no advirtió el error matemático. Una muestra de cómo leemos.
Zoncera nº2
¿Y si le digo que si reenvía este mail el Señor Bill Gates le firmará a usted un cheque por U$S 253 por cada persona a la que lo envíe? Esto es verdadero, me lo confirmó una amiga mía que es abogada (ella se llama Elba Gallo, y recibió un cheque por U$S 2.480,94). Esto es porque Intel y AOL se están por fusionar y Bill Gates quiere hacer una apuesta en relación al e-mail. Claro, para él son unas monedas, y lo hace como plan de mercadeo.
Bueno, hasta aquí el chiste. Analicemos: ¿No se jubiló ya Bill Gates? ¿Y qué cuernos tiene que ver este señor con Intel y AOL? ¿Cómo es que tu amiga abogada obtuvo un cheque por U$S 2.480 con 94 centavos, si se paga de a U$S 253?
Pocos se hacen esta pregunta, y entonces empiezan a reenviar el texto a todo el mundo. Les juro que a ninguno les llegó un solo peso. A mí me lo mandó una compañera de trabajo, y todavía está esperando.
¿Y porqué hacen esto? ¿Puras ganas de jorobar? No señor, esto se hace para que, tras los sucesivos reenvíos, queden en el cuerpo del mensaje innumerables direcciones de casillas de correo. Hay gente que junta esos datos, y luego vende el “paquete” a estafadores, que terminan el círculo haciendo el cuento del tío por la red: Usted se ganó un auto en un sorteo, pero para que lo enviemos tiene que depositar $ 2.000 en la cuenta bancaria tal. Y algunos van y lo hacen. Después no digan que no les avisé.
Zoncera nº3
¿Asustado por el fin del mundo o el Apocalipsis? Seguro que usted leyó el mail que contiene el supuesto 3º mensaje de la Virgen de Fátima, que anuncia muerte, destrucción de medio mundo, la ira de Dios y cosas por el estilo, todas originadas en los tantos pecados de la humanidad.
De verdad preocupa mucho que gente muy católica ande divulgando estas zonceras sin antes corroborar un poquito. Cuando algo sea muuuy llamativo, busque otras miradas. Para eso está Google.
Si usted lo hubiera hecho, ya sabría que el 3º mensaje de Fátima ya fue dado a conocer por la Iglesia, y que se refiere al atentado que sufrió Juan Pablo II. Nada más. Nada de muerte, guerra, destrucción ni fin del mundo. Aparte, eso de poner fecha al Apocalipsis es medio raro: “En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36). Ni que hablar de ira ni castigo divino: cuando finalizó el diluvio (el que hizo tan famoso a Noé y su arca), Dios se dijo a sí mismo: “Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos desde su juventud; ni tampoco volveré a castigar a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo” (Gn 8,21). Ya está avisado. No acepte espejitos de colores.
El nuevo Robin Hood
“Según la leyenda, Robin Hood era un varón de gran corazón que vivía fuera de la ley y escondido en el bosque. Hábil arquero, defensor de los pobres y oprimidos, luchaba contra el sheriff de Nottingham y el príncipe Juan Sin Tierra, que utilizaban la fuerza pública para acaparar ilegítimamente las riquezas de los nobles que se le oponían. Roba a los enriquecidos ilegítimamente y distribuye el botín entre los pobres y las víctimas.” (Wikipedia)
Bien, a este Robin Hood ya lo conocemos todos, pero hoy les quiero presentar a su nueva versión. Los tiempos cambian, y hoy para robar grandes sumas de dinero no alcanza con dominar el arco, sino que necesitamos ciertos conocimientos de finanzas.
El año pasado, en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU y España, un catalán salió a pegarle al sistema financiero de una forma muy audaz, con el objetivo de desestabilizar el capitalismo para buscar formas más justas. Usted puede estar de acuerdo o no, pero lo que hizo este hombre me pareció genial, suponiendo que de verdad esas fueran sus intenciones. Creo que incluso el propio capitalismo puede aprender mucho de semejante burla. Leamos:
“Escribo en estas páginas para hacer público que he expropiado 492.000 euros a 39 entidades bancarias a través de 68 operaciones de crédito. Ha sido una acción individual de insubmisión a la banca que he llevado a cabo premeditadamente para denunciar al sistema bancario y para destinar el dinero a iniciativas que alerten de la crisis sistémica que estamos empezando a vivir y que intenten construir una alternativa de sociedad.
Se trata de una acción ajena a cualquier tipo de violencia, que reivindico como una nueva forma de desobediencia civil, a la altura de los tiempos que corren. Cuando la financiación al consumo y la especulación son dominantes en nuestra sociedad, ¿qué mejor que robar a los que nos roban y repartir el dinero entre los grupos que denuncian esta situación y construyen alternativas?
¿Cómo he podido conseguir tanto dinero sin propiedades ni avales? Tras algunas investigaciones y pruebas, en la primavera del 2006, empecé a llevar adelante de manera definitiva esta idea haciendo creer, según el caso, a los diversos bancos, cajas y establecimientos financieros de crédito que me quería reformar el piso o comprar un coche. En algunos casos, también a través de una empresa creada con el propósito de poder justificar determinadas inversiones como la compra de material audiovisual para una productora. La ventaja de pedir un préstamo desde una empresa es que la deuda como empresa, aunque sea una empresa unipersonal, no aparece en tu historial de deuda personal, de modo que puedes ir aumentando tu endeudamiento indefinidamente sin que el CIRBE (sistema de información sobre deudas del Banco de España) lo detecte. Existen otras maneras de engañar al CIRBE que explicaré a quien quiera realizar una acción con una finalidad similar a la de la mía.
Estos préstamos eran solicitados sin ninguna garantía ni de otra persona ni de ninguna propiedad, simplemente con mi firma. Con una profesión inventada y una buena nómina falsa que hacía creer que ganaba de sobras para acceder a la financiación. El quid de la cuestión es que los bancos no tienen manera alguna de comprobar si una nómina que les presentes es real o no, siempre y cuando la empresa y la persona existan realmente.
También había que presentar los extractos bancarios adecuados, que conseguía haciendo circular el dinero de cuentas de empresa a cuentas personales a través de transferencias de nóminas para simular ingresos personales, que los bancos se creían. En algunos casos me pedían el contrato de trabajo, la declaración de la renta o la vida laboral. A mis empresas les pedían las declaraciones del IVA trimestral y, cuando ya tenían más de un año, el impuesto de sociedades. A todo esto se puede responder adecuadamente, y a veces con información real. Si no, con una impresora, fotocopiadora, tijeras y celo, ¡se hacen maravillas!
En algunos casos, tuve que comprar el coche para el que había solicitado el préstamo, y después me lo tuve que vender todo antes de dejar de pagar para que no me lo pudiesen embargar y así tener más fondos para financiar las luchas.
Sorprenderá que haya conseguido esto, 492.000 euros sin avales ni garantías, en un contexto de contracción del crédito. Es una demostración de cómo la banca promueve el endeudamiento de las familias por encima de cualquier control y de cualquier medida de prevención de riesgos y de sentido común.”
El Sexo y Yo (fragmento)
de Isabel Allende
Mi vida sexual comenzó temprano, más o menos a los cinco años, en el kindergarten de las monjas ursulinas, en Santiago de Chile. Supongo que hasta entonces había permanecido en el limbo de la inocencia, pero no tengo recuerdos de aquella prístina edad anterior al sexo. Mi primera experiencia consistió en tragarme casualmente una pequeña muñeca de plástico.
-Te crecerá adentro, te pondrás redonda y después te nacerá un bebé - me explicó mi mejor amiga, que acababa de tener un hermanito. ¡Un hijo! Era lo último que deseaba. Siguieron días terribles, me dio fiebre, perdí el apetito, vomitaba. Mi amiga confirmó que los síntomas, eran iguales a los de su mamá. Por fin una monja me obligó a confesar la verdad.
- Estoy embarazada - admití hipando.
Me vi cogida de un brazo y llevada por el aire hasta la oficina de la Madre Superiora. Así comenzó mi horror por las muñecas Y mi curiosidad por ese asunto misterioso cuyo solo nombre era impronunciable: sexo. Las niñas de mi generación carecíamos de instinto sexual, eso lo inventaron Master y Johnson mucho después. Sólo los varones padecían de ese mal que podía conducirlos al infierno y que hacía de ellos unos faunos en potencia durante todas sus vidas.
A los siete años me prepararon para la Primera Comunión. Antes de recibir la hostia había que confesarse. Me llevaron a la iglesia, me arrodillé detrás de una cortina de felpa negra y traté de recordar mi lista de pecados, pero se me olvidaron todos. En medio de la oscuridad y el olor a incienso escuché una voz con acento de Galicia.
-¿Te has tocado el cuerpo con las manos? -Sí, padre. - ¿A menudo, hija? -Todos los días... -¡Todos los días! ¡Esa es una ofensa gravísima a los ojos de Dios, la pureza es la mayor virtud de una niña, debes prometer que no lo harás más!
Prometí, claro, aunque no imaginaba cómo podría lavarme la cara o cepillarme los dientes sin tocarme el cuerpo con las manos
Nací al sur del mundo, durante la Segunda Guerra Mundial en el seno de una familia emancipada e intelectual en algunos aspectos y casi paleolítica en otros. Me crié en el hogar de mis abuelos, una casa estrafalaria donde deambulaban los fantasmas invocados por mi abuela con su mesa de tres patas. Vivían allí dos tíos solteros, un poco excéntricos, como casi todos los miembros de mi familia. Uno de ellos había viajado a la India y le quedó el gusto por los asuntos de los fakires, andaba apenas cubierto por un taparrabos recitando los 999 nombres de Dios en sánscrito. El otro era un personaje adorable, peinado como Carlos Gardel y amante apasionado de la lectura. La casa estaba llena de libros, se amontonaban por todas partes, crecían como una flora indomable, se reproducían ante nuestros ojos. Nadie censuraba o guiaba mis lecturas y así leí al Marqués de Sade, pero creo que era un texto muy avanzado para mi edad, el autor daba por sabidas cosas que yo ignoraba por completo, me faltaban referencias elementales. El único hombre que había visto desnudo era mi tío, el fakir, sentado en el patio contemplando la luna y me sentí algo defraudada por ese pequeño apéndice que cabía holgadamente en mi estuche de lápices de colores. ¿Tanto alboroto por eso?
A los once años yo vivía en Bolivia. Mi madre se había casado con un diplomático, hombre de ideas avanzadas, que me puso en un colegio mixto. Tardé meses en acostumbrarme a convivir con varones, andaba siempre con las orejas rojas y me enamoraba todos los días de uno diferente. Los muchachos eran unos salvajes cuyas actividades se limitaban al fútbol y las peleas del recreo, pero mis compañeras estaban en la edad de medirse el contorno del busto y anotar en una libreta los besos que recibían. Había que especificar detalles: quién, dónde, cómo. Yo fingía que esas cosas no me interesaban, me vestía de hombre y me trepaba a los árboles para disimular que era casi enana y menos sexy que un pollo. En la clase de biología nos enseñaban algo de anatomía y el proceso de fabricación de los bebés, pero era muy difícil imaginarlo. Lo más atrevido que llegamos a ver en una ilustración fue una madre amamantando a un recién nacido. De lo demás no sabíamos nada y nunca nos mencionaron el placer, así es que el meollo del asunto se nos escapaba. ¿Por qué los adultos hacían esa cochinada?
Las relaciones con los muchachos consistían en empujones, manotazos y recados de las amigas: dice el Keenan que quiere darte un beso, dile que sí pero con los ojos cerrados, dice que ahora ya no tiene ganas, dile que es un estúpido, dice que más estúpida eres tú y así nos pasábamos todo el año escolar. La máxima intimidad consistía en masticar por turnos el mismo chicle. Una vez pude luchar cuerpo a cuerpo con el famoso Keenan, un pelirrojo a quien todas las niñas amábamos en secreto. Me sacó sangre de narices, pero esa mole pecosa y jadeante aplastándome contra las piedras del patio, es uno de los recuerdos más excitantes de mi vida. En otra ocasión me invitó a bailar en una fiesta. A La Paz no había llegado el impacto del rock que empezaba a sacudir al mundo, todavía nos arrullaban Nat King Cole y Bing Crosby. Se bailaba abrazados, a veces chic-to-chic, pero yo era tan diminuta que mi mejilla apenas alcanzaba la hebilla del cinturón de cualquier joven normal. Keenan me apretó un poco y sentí algo duro a la altura del bolsillo de su pantalón y de mis costillas. Le di unos qolpecitos con las puntas de los dedos y le pedí que se quitara las llaves, porque me hacían daño. Salió corriendo y no regresó a la fiesta.
En 1956 mi familia se había trasladado al Líbano y yo había vuelto a un colegio de señoritas, esta vez a una escuela inglesa cuáquera, donde el sexo simplemente no existía, había sido suprimido del universo por la flema británica y el celo de los predicadores. Beirut era la perla del Medio Oriente. En esa ciudad se depositaban las fortunas de los jeques, había sucursales de las tiendas de los más famosos modistos y joyeros de Europa, los Cadillacs con ribetes de oro puro circulaban en las calles junto a camellos y mulas. Muchas mujeres ya no usaban velo y algunas estudiantes se ponían pantalones, pero todavía existía esa firme línea fronteriza que durante milenios separó a los sexos. La sensualidad impregnaba el aire, flotaba como el olor a manteca de cordero y el calor del mediodía. El deseo, la lujuria, lo prohibido... Las niñas no salían solas y los niños también debían cuidarse. Mi padrastro les entregó largos alfileres de sombrero a mis hermanos, para que se defendieran de los pellizcos en la calle. En el recreo del colegio pasaban de mano en mano foto-novelas editadas en la India con traducción al francés. Mi padrastro tenía "Las Mil y Una Noches" bajo llave en su armario, pero yo descubrí la manera de abrir el mueble y leer a escondidas trozos de esos magníficos libros de cuero rojo con letras de oro. Me zambullí en el mundo sin retorno de la fantasía, guiada por huríes de piel de leche, genios que habitaban en las botellas y príncipes dotados de un inagotable entusiasmo para hacer el amor. Todo lo que había a mi alrededor invitaba a la sensualidad y mis hormonas estaban a punto de explotar como granadas, pero en Beirut vivía prácticamente encerrada. Las niñas decentes no hablaban siquiera con muchachos, a pesar de lo cual tuve un amigo, hijo de un mercader de alfombras, que me visitaba para tomar Coca-Cola en la terraza. Era tan rico, que tenía motoneta con chófer. Entre la vigilancia de mi madre y la de su chófer, nunca tuvimos ocasión de estar solos.
Yo era plana. Ahora no tiene importancia, pero en los cincuenta eso era una tragedia, los senos eran considerados la esencia de la feminidad. La moda se encargaba de resaltarlos: sweater ceñido, cinturón ancho de elástico, faldas infladas con vuelos almidonados. Una mujer pechugona tenía el futuro asegurado. Los modelos eran Jane Mansfield, Gina Lollobrigida, Sofia Loren. ¿Qué podía hacer una chica sin pechos? Ponerse rellenos. Eran dos medias esferas de goma que a la menor presión se hundían sin que una lo percibiera. Se volvían súbitamente cóncavos, hasta que de pronto se escuchaba un terrible plop-plop y las gomas volvían a su posición original, paralizando al pretendiente que estuviera cerca y sumiendo a la usuaria en atroz humillación. También se desplazaban y podía quedar una sobre el esternón y la otra bajo el brazo, o ambas flotando en la alberca detrás de la nadadora.
En 1958 el Líbano estaba amenazado por la guerra civil. El Presidente pidió ayuda a Eisenhower, y en julio desembarcó la VI Flota norteamericana. De los portaaviones desembarcaron cientos de marines bien nutridos y ávidos de sexo. Los padres redoblaron la vigilancia de sus hijas, pero era imposible evitar que los jóvenes se encontraran. Me escapé del colegio para ir a bailar con los yanquis. Experimenté la borrachera del pecado y del rock n'roll. Por primera vez mi escaso tamaño resultaba ventajoso, porque con una sola mano los fornidos marines podían lanzarme por el aire, darme dos vueltas sobre sus cabezas rapadas y arrastrarme por el suelo al ritmo de la guitarra frenética de Elvis Presley. Entre dos volteretas recibí el primer beso de mi carrera y su sabor a cerveza y a ketchup me duró dos años. Los disturbios en el Líbano obligaron a mi padrastro a enviar a los niños de regreso a Chile. Otra vez viví en la casa de mi abuelo. A los quince años, cuando planeaba meterme a monja para disimular que me quedaría solterona, un joven me distinguió por allí abajo, sobre el dibujo de la alfombra, y me sonrió. Creo que le divertía mi aspecto. Me colgué de su cintura y no lo solté hasta cinco años después, cuando por fin aceptó casarse conmigo.
La píldora anticonceptiva ya se había inventado, pero en Chile todavía se hablaba de ella en susurros. Se suponía que el sexo era para los hombres y el romance para las mujeres, ellos debían seducirnos para que les diéramos "la prueba de amor" y nosotras debíamos resistir para llegar "puras" al matrimonio, aunque dudo que muchas lo lograran.
-Te crecerá adentro, te pondrás redonda y después te nacerá un bebé - me explicó mi mejor amiga, que acababa de tener un hermanito. ¡Un hijo! Era lo último que deseaba. Siguieron días terribles, me dio fiebre, perdí el apetito, vomitaba. Mi amiga confirmó que los síntomas, eran iguales a los de su mamá. Por fin una monja me obligó a confesar la verdad.
- Estoy embarazada - admití hipando.
Me vi cogida de un brazo y llevada por el aire hasta la oficina de la Madre Superiora. Así comenzó mi horror por las muñecas Y mi curiosidad por ese asunto misterioso cuyo solo nombre era impronunciable: sexo. Las niñas de mi generación carecíamos de instinto sexual, eso lo inventaron Master y Johnson mucho después. Sólo los varones padecían de ese mal que podía conducirlos al infierno y que hacía de ellos unos faunos en potencia durante todas sus vidas.
A los siete años me prepararon para la Primera Comunión. Antes de recibir la hostia había que confesarse. Me llevaron a la iglesia, me arrodillé detrás de una cortina de felpa negra y traté de recordar mi lista de pecados, pero se me olvidaron todos. En medio de la oscuridad y el olor a incienso escuché una voz con acento de Galicia.
-¿Te has tocado el cuerpo con las manos? -Sí, padre. - ¿A menudo, hija? -Todos los días... -¡Todos los días! ¡Esa es una ofensa gravísima a los ojos de Dios, la pureza es la mayor virtud de una niña, debes prometer que no lo harás más!
Prometí, claro, aunque no imaginaba cómo podría lavarme la cara o cepillarme los dientes sin tocarme el cuerpo con las manos
Nací al sur del mundo, durante la Segunda Guerra Mundial en el seno de una familia emancipada e intelectual en algunos aspectos y casi paleolítica en otros. Me crié en el hogar de mis abuelos, una casa estrafalaria donde deambulaban los fantasmas invocados por mi abuela con su mesa de tres patas. Vivían allí dos tíos solteros, un poco excéntricos, como casi todos los miembros de mi familia. Uno de ellos había viajado a la India y le quedó el gusto por los asuntos de los fakires, andaba apenas cubierto por un taparrabos recitando los 999 nombres de Dios en sánscrito. El otro era un personaje adorable, peinado como Carlos Gardel y amante apasionado de la lectura. La casa estaba llena de libros, se amontonaban por todas partes, crecían como una flora indomable, se reproducían ante nuestros ojos. Nadie censuraba o guiaba mis lecturas y así leí al Marqués de Sade, pero creo que era un texto muy avanzado para mi edad, el autor daba por sabidas cosas que yo ignoraba por completo, me faltaban referencias elementales. El único hombre que había visto desnudo era mi tío, el fakir, sentado en el patio contemplando la luna y me sentí algo defraudada por ese pequeño apéndice que cabía holgadamente en mi estuche de lápices de colores. ¿Tanto alboroto por eso?
A los once años yo vivía en Bolivia. Mi madre se había casado con un diplomático, hombre de ideas avanzadas, que me puso en un colegio mixto. Tardé meses en acostumbrarme a convivir con varones, andaba siempre con las orejas rojas y me enamoraba todos los días de uno diferente. Los muchachos eran unos salvajes cuyas actividades se limitaban al fútbol y las peleas del recreo, pero mis compañeras estaban en la edad de medirse el contorno del busto y anotar en una libreta los besos que recibían. Había que especificar detalles: quién, dónde, cómo. Yo fingía que esas cosas no me interesaban, me vestía de hombre y me trepaba a los árboles para disimular que era casi enana y menos sexy que un pollo. En la clase de biología nos enseñaban algo de anatomía y el proceso de fabricación de los bebés, pero era muy difícil imaginarlo. Lo más atrevido que llegamos a ver en una ilustración fue una madre amamantando a un recién nacido. De lo demás no sabíamos nada y nunca nos mencionaron el placer, así es que el meollo del asunto se nos escapaba. ¿Por qué los adultos hacían esa cochinada?
Las relaciones con los muchachos consistían en empujones, manotazos y recados de las amigas: dice el Keenan que quiere darte un beso, dile que sí pero con los ojos cerrados, dice que ahora ya no tiene ganas, dile que es un estúpido, dice que más estúpida eres tú y así nos pasábamos todo el año escolar. La máxima intimidad consistía en masticar por turnos el mismo chicle. Una vez pude luchar cuerpo a cuerpo con el famoso Keenan, un pelirrojo a quien todas las niñas amábamos en secreto. Me sacó sangre de narices, pero esa mole pecosa y jadeante aplastándome contra las piedras del patio, es uno de los recuerdos más excitantes de mi vida. En otra ocasión me invitó a bailar en una fiesta. A La Paz no había llegado el impacto del rock que empezaba a sacudir al mundo, todavía nos arrullaban Nat King Cole y Bing Crosby. Se bailaba abrazados, a veces chic-to-chic, pero yo era tan diminuta que mi mejilla apenas alcanzaba la hebilla del cinturón de cualquier joven normal. Keenan me apretó un poco y sentí algo duro a la altura del bolsillo de su pantalón y de mis costillas. Le di unos qolpecitos con las puntas de los dedos y le pedí que se quitara las llaves, porque me hacían daño. Salió corriendo y no regresó a la fiesta.
En 1956 mi familia se había trasladado al Líbano y yo había vuelto a un colegio de señoritas, esta vez a una escuela inglesa cuáquera, donde el sexo simplemente no existía, había sido suprimido del universo por la flema británica y el celo de los predicadores. Beirut era la perla del Medio Oriente. En esa ciudad se depositaban las fortunas de los jeques, había sucursales de las tiendas de los más famosos modistos y joyeros de Europa, los Cadillacs con ribetes de oro puro circulaban en las calles junto a camellos y mulas. Muchas mujeres ya no usaban velo y algunas estudiantes se ponían pantalones, pero todavía existía esa firme línea fronteriza que durante milenios separó a los sexos. La sensualidad impregnaba el aire, flotaba como el olor a manteca de cordero y el calor del mediodía. El deseo, la lujuria, lo prohibido... Las niñas no salían solas y los niños también debían cuidarse. Mi padrastro les entregó largos alfileres de sombrero a mis hermanos, para que se defendieran de los pellizcos en la calle. En el recreo del colegio pasaban de mano en mano foto-novelas editadas en la India con traducción al francés. Mi padrastro tenía "Las Mil y Una Noches" bajo llave en su armario, pero yo descubrí la manera de abrir el mueble y leer a escondidas trozos de esos magníficos libros de cuero rojo con letras de oro. Me zambullí en el mundo sin retorno de la fantasía, guiada por huríes de piel de leche, genios que habitaban en las botellas y príncipes dotados de un inagotable entusiasmo para hacer el amor. Todo lo que había a mi alrededor invitaba a la sensualidad y mis hormonas estaban a punto de explotar como granadas, pero en Beirut vivía prácticamente encerrada. Las niñas decentes no hablaban siquiera con muchachos, a pesar de lo cual tuve un amigo, hijo de un mercader de alfombras, que me visitaba para tomar Coca-Cola en la terraza. Era tan rico, que tenía motoneta con chófer. Entre la vigilancia de mi madre y la de su chófer, nunca tuvimos ocasión de estar solos.
Yo era plana. Ahora no tiene importancia, pero en los cincuenta eso era una tragedia, los senos eran considerados la esencia de la feminidad. La moda se encargaba de resaltarlos: sweater ceñido, cinturón ancho de elástico, faldas infladas con vuelos almidonados. Una mujer pechugona tenía el futuro asegurado. Los modelos eran Jane Mansfield, Gina Lollobrigida, Sofia Loren. ¿Qué podía hacer una chica sin pechos? Ponerse rellenos. Eran dos medias esferas de goma que a la menor presión se hundían sin que una lo percibiera. Se volvían súbitamente cóncavos, hasta que de pronto se escuchaba un terrible plop-plop y las gomas volvían a su posición original, paralizando al pretendiente que estuviera cerca y sumiendo a la usuaria en atroz humillación. También se desplazaban y podía quedar una sobre el esternón y la otra bajo el brazo, o ambas flotando en la alberca detrás de la nadadora.
En 1958 el Líbano estaba amenazado por la guerra civil. El Presidente pidió ayuda a Eisenhower, y en julio desembarcó la VI Flota norteamericana. De los portaaviones desembarcaron cientos de marines bien nutridos y ávidos de sexo. Los padres redoblaron la vigilancia de sus hijas, pero era imposible evitar que los jóvenes se encontraran. Me escapé del colegio para ir a bailar con los yanquis. Experimenté la borrachera del pecado y del rock n'roll. Por primera vez mi escaso tamaño resultaba ventajoso, porque con una sola mano los fornidos marines podían lanzarme por el aire, darme dos vueltas sobre sus cabezas rapadas y arrastrarme por el suelo al ritmo de la guitarra frenética de Elvis Presley. Entre dos volteretas recibí el primer beso de mi carrera y su sabor a cerveza y a ketchup me duró dos años. Los disturbios en el Líbano obligaron a mi padrastro a enviar a los niños de regreso a Chile. Otra vez viví en la casa de mi abuelo. A los quince años, cuando planeaba meterme a monja para disimular que me quedaría solterona, un joven me distinguió por allí abajo, sobre el dibujo de la alfombra, y me sonrió. Creo que le divertía mi aspecto. Me colgué de su cintura y no lo solté hasta cinco años después, cuando por fin aceptó casarse conmigo.
La píldora anticonceptiva ya se había inventado, pero en Chile todavía se hablaba de ella en susurros. Se suponía que el sexo era para los hombres y el romance para las mujeres, ellos debían seducirnos para que les diéramos "la prueba de amor" y nosotras debíamos resistir para llegar "puras" al matrimonio, aunque dudo que muchas lo lograran.
Y entonces sucedió lo que todos esperábamos desde hacía varios años. La ola de liberación de los sesenta recorrió América del Sur y llegó hasta ese rincón al final del continente donde yo vivía. Arte pop, mini-falda, droga, sexo, bikini y los Beatles. Todas imitábamos a Brigitte Bardot, despeinada, con los labios hinchados y una blusita miserable a punto de reventar bajo la presión de su feminidad. De pronto un revés inesperado: se acabaron las exuberantes divas francesas o italianas, la moda impuso a la modelo inglesa Twiggy, una especie de hermafrodita famélico. Para entonces a mí me habían salido pechugas, así es que de nuevo me encontré al lado opuesto del estereotipo. Se hablaba de orgías, intercambio de parejas, pornografía. Sólo se hablaba, yo nunca las vi. Los homosexuales salieron de la oscuridad, sin embargo yo cumplí 28 anos sin imaginar cómo lo hacen. Surgieron los movimientos feministas y tres o cuatro mujeres nos sacamos el sostén, lo ensartamos en un palo de escoba y salimos a desfilar, pero como nadie nos siguió, regresamos abochornadas a nuestras casas. Florecieron los hippies y durante varios años anduve vestida con harapos y abalorios de la India. Intenté fumar mariguana pero después de aspirar seis cigarros sin volar ni un poco, comprendí que era un esfuerzo inútil. Paz y amor. Sobre todo amor libre, aunque para mí llegaba tarde, porque estaba irremisiblemente casada.
Mi primer reportaje en la revista donde trabajaba fue un escándalo. Durante una cena en casa de un renombrado político, alguien me felicitó por un artículo de humor que había publicado y preguntó si no pensaba escribir algo en serio. Respondí lo primero que me vino a la mente: sí, me gustaría entrevistar a una mujer infiel. Hubo un silencio gélido en la mesa y luego la conversación derivó hacia la comida. Pero a la hora del café la dueña de casa - treinta y ocho años, delgada, ejecutiva en una oficina gubernamental, traje Chanel - me llevó aparte y me dijo que si le juraba guardar el secreto de su identidad, ella aceptaba ser entrevistada. Al día siguiente me presenté en su oficina con una grabadora. Me contó que era infiel porque disponía de tiempo libre después de almuerzo, porque el sexo era bueno para el ánimo, la salud y la propia estima y porque los hombres no estaban tan mal, después de todo. Es decir, por las mismas razones de tantos maridos infieles, posiblemente el suyo entre ellos. No estaba enamorada, no sufría ninguna culpa, mantenía una discreta garçonière que compartía con dos amigas tan liberadas cómo ella. Mi conclusión, después de un simple cálculo matemático, fue que las mujeres son tan infieles como los hombres, porque si no ¿con quién lo hacen ellos? No puede ser solo entre ellos o todos siempre con el mismo puñado de voluntarias. Nadie perdonó el reportaje. El placer sin culpa ni excusas resultaba inaceptable en una mujer. A la revista llegaron cientos de cartas insultándonos. Aterrada, la directora me ordenó escribir un artículo sobre "la mujer fiel". Todavía estoy buscando una que los sea por buenas razones.
Y Eran tiempos de desconcierto y confusión para las mujeres de mi edad. Leíamos el Informe Kinsey, el Kamasutra y los libros de las feministas norteamericanas, pero no lográbamos sacudirnos la moralina en que nos habían criado. Los hombres todavía exigían lo que no estaban dispuestos a ofrecer, es decir, que sus novias fueran vírgenes y sus esposas castas. Las parejas entraron en crisis, casi todas mis amistades se separaron. En Chile no hay divorcio, lo cual facilita las cosas, porque la gente se separa y se junta sin trámites burocráticos. Yo tenía un buen matrimonio y drenaba la mayor parte de mis inquietudes en mi trabajo. Mientras en la casa actuaba como madre y esposa abnegada, en la revista y en mi programa de televisión aprovechaba cualquier excusa para hacer en público lo que no me atrevía a hacer en privado, por ejemplo, disfrazarme de corista, con plumas de avestruz en el trasero y una esmeralda de vidrio pegada en el ombligo.
En la primera mitad de los 80 no se podía ver ninguna película, excepto las de Walt Disney, sin que aparecieran por lo menos dos criaturas copulando. Hasta en los documentales científicos había amebas o pingüinos que lo hacían. Fui con mi madre a ver "El Imperio de los Sentidos" y no se inmutó. Mi padrastro les prestaba sus famosos libros eróticos a los nietos, porque resultaban de una ingenuidad conmovedora comparados con cualquier revista que podían comprar en los kioskos. Ordenando el closet de mi hijo adolescente encontré un libro, uno de esos modernos manuales que se cambian en el colegio por estampas de futbolistas. Al ver a dos amantes frotándose con mousse de salmón me di cuenta de todo lo que me había perdido en la vida. ¡Tantos años cocinando y desconocía los múltiples usos del salmón! ¿En que habíamos estado mi marido y yo durante todo ese tiempo? Ni siquiera teníamos un espejo en el techo del dormitorio. Decidimos ponernos al día, pero después de algunas contorsiones muy peligrosas -como comprobamos más tarde en las radiografías de columna- amanecimos echándonos linimento en las articulaciones, en vez de mousse en el punto G.
Cuando mi hija Paula terminó el colegio entró a estudiar Psicología con especialización en sexualidad humana. Le advertí que era una imprudencia, que su vocación no sería bien comprendida, no estábamos en Suecia. Pero ella insistió. Paula tenia un novio siciliano cuyos planes eran casarse por la iglesia y engendrar muchos hijos, una vez que ella aprendiera a cocinar pasta. Físicamente mi hija engañaba a cualquiera, parecía una virgen de Murillo, grácil, dulce, de pelo largo y ojos lánguidos, nadie imaginaría que era experta en esas cosas. En medio del Seminario de Sexualidad yo hice un viaje a Holanda y ella me llamó por teléfono para pedirme que le trajera cierto material de estudio. Tuve que ir con una lista en la mano a una tienda en Amsterdam y comprar unos artefactos de goma rosada en forma de plátanos. Eso no fue lo más bochornoso. Lo peor fue cuando en la aduana de Caracas me abrieron la maleta y tuve que explicar que no eran para mí, sino para mi hija… Paula empezó a circular por todas partes con una maleta de juguetes pornográficos y el siciliano perdió la paciencia. Su argumento me pareció razonable: no estaba dispuesto a soportar que su novia anduviera midiéndole los orgasmos a otras personas. Mientras duraron los cursos, en casa vimos videos con todas las combinaciones posibles. Venían a tomar el té transexuales, lesbianas, necrofílicos, onanistas, y mientras la virgen de Murillo ofrecía pastelitos, yo aprendía cómo los cirujanos convierten a un hombre en mujer mediante un trozo de tripa.
La verdad es que pasé años preparándome para cuando nacieran mis nietos. Compré botas con tacones de estilete, látigos de siete puntas, muñecas infladas con orificios practicables y bálsamos afrodisiacos, aprendí de memoria las posiciones sagradas del erotismo hindú y cuando empezaba a entrenar al perro para fotos artísticas, apareció el Sida y la liberación sexual se fue al diablo. En menos de un año todo cambio. Mi hijo Nicolás se cortó los mechones verdes que coronaban su cabeza, se quitó sus catorce alfileres de las orejas y decidió que era más sano vivir en pareja monógama. Paula abandonó la sexología, porque parece que ya no era rentable, y en cambio se propuso hacer una maestría en educación cognoscitiva y aprender a cocinar pasta con la esperanza de encontrar otro novio. Lo encontró, se casaron y luego vino la muerte y se la llevó, pero esa es otra historia. Yo compré ositos de peluche para los futuros nietos, me comí la mousse de salmón y ahora cuido mis flores y mis abejas.
Mi primer reportaje en la revista donde trabajaba fue un escándalo. Durante una cena en casa de un renombrado político, alguien me felicitó por un artículo de humor que había publicado y preguntó si no pensaba escribir algo en serio. Respondí lo primero que me vino a la mente: sí, me gustaría entrevistar a una mujer infiel. Hubo un silencio gélido en la mesa y luego la conversación derivó hacia la comida. Pero a la hora del café la dueña de casa - treinta y ocho años, delgada, ejecutiva en una oficina gubernamental, traje Chanel - me llevó aparte y me dijo que si le juraba guardar el secreto de su identidad, ella aceptaba ser entrevistada. Al día siguiente me presenté en su oficina con una grabadora. Me contó que era infiel porque disponía de tiempo libre después de almuerzo, porque el sexo era bueno para el ánimo, la salud y la propia estima y porque los hombres no estaban tan mal, después de todo. Es decir, por las mismas razones de tantos maridos infieles, posiblemente el suyo entre ellos. No estaba enamorada, no sufría ninguna culpa, mantenía una discreta garçonière que compartía con dos amigas tan liberadas cómo ella. Mi conclusión, después de un simple cálculo matemático, fue que las mujeres son tan infieles como los hombres, porque si no ¿con quién lo hacen ellos? No puede ser solo entre ellos o todos siempre con el mismo puñado de voluntarias. Nadie perdonó el reportaje. El placer sin culpa ni excusas resultaba inaceptable en una mujer. A la revista llegaron cientos de cartas insultándonos. Aterrada, la directora me ordenó escribir un artículo sobre "la mujer fiel". Todavía estoy buscando una que los sea por buenas razones.
Y Eran tiempos de desconcierto y confusión para las mujeres de mi edad. Leíamos el Informe Kinsey, el Kamasutra y los libros de las feministas norteamericanas, pero no lográbamos sacudirnos la moralina en que nos habían criado. Los hombres todavía exigían lo que no estaban dispuestos a ofrecer, es decir, que sus novias fueran vírgenes y sus esposas castas. Las parejas entraron en crisis, casi todas mis amistades se separaron. En Chile no hay divorcio, lo cual facilita las cosas, porque la gente se separa y se junta sin trámites burocráticos. Yo tenía un buen matrimonio y drenaba la mayor parte de mis inquietudes en mi trabajo. Mientras en la casa actuaba como madre y esposa abnegada, en la revista y en mi programa de televisión aprovechaba cualquier excusa para hacer en público lo que no me atrevía a hacer en privado, por ejemplo, disfrazarme de corista, con plumas de avestruz en el trasero y una esmeralda de vidrio pegada en el ombligo.
En la primera mitad de los 80 no se podía ver ninguna película, excepto las de Walt Disney, sin que aparecieran por lo menos dos criaturas copulando. Hasta en los documentales científicos había amebas o pingüinos que lo hacían. Fui con mi madre a ver "El Imperio de los Sentidos" y no se inmutó. Mi padrastro les prestaba sus famosos libros eróticos a los nietos, porque resultaban de una ingenuidad conmovedora comparados con cualquier revista que podían comprar en los kioskos. Ordenando el closet de mi hijo adolescente encontré un libro, uno de esos modernos manuales que se cambian en el colegio por estampas de futbolistas. Al ver a dos amantes frotándose con mousse de salmón me di cuenta de todo lo que me había perdido en la vida. ¡Tantos años cocinando y desconocía los múltiples usos del salmón! ¿En que habíamos estado mi marido y yo durante todo ese tiempo? Ni siquiera teníamos un espejo en el techo del dormitorio. Decidimos ponernos al día, pero después de algunas contorsiones muy peligrosas -como comprobamos más tarde en las radiografías de columna- amanecimos echándonos linimento en las articulaciones, en vez de mousse en el punto G.
Cuando mi hija Paula terminó el colegio entró a estudiar Psicología con especialización en sexualidad humana. Le advertí que era una imprudencia, que su vocación no sería bien comprendida, no estábamos en Suecia. Pero ella insistió. Paula tenia un novio siciliano cuyos planes eran casarse por la iglesia y engendrar muchos hijos, una vez que ella aprendiera a cocinar pasta. Físicamente mi hija engañaba a cualquiera, parecía una virgen de Murillo, grácil, dulce, de pelo largo y ojos lánguidos, nadie imaginaría que era experta en esas cosas. En medio del Seminario de Sexualidad yo hice un viaje a Holanda y ella me llamó por teléfono para pedirme que le trajera cierto material de estudio. Tuve que ir con una lista en la mano a una tienda en Amsterdam y comprar unos artefactos de goma rosada en forma de plátanos. Eso no fue lo más bochornoso. Lo peor fue cuando en la aduana de Caracas me abrieron la maleta y tuve que explicar que no eran para mí, sino para mi hija… Paula empezó a circular por todas partes con una maleta de juguetes pornográficos y el siciliano perdió la paciencia. Su argumento me pareció razonable: no estaba dispuesto a soportar que su novia anduviera midiéndole los orgasmos a otras personas. Mientras duraron los cursos, en casa vimos videos con todas las combinaciones posibles. Venían a tomar el té transexuales, lesbianas, necrofílicos, onanistas, y mientras la virgen de Murillo ofrecía pastelitos, yo aprendía cómo los cirujanos convierten a un hombre en mujer mediante un trozo de tripa.
La verdad es que pasé años preparándome para cuando nacieran mis nietos. Compré botas con tacones de estilete, látigos de siete puntas, muñecas infladas con orificios practicables y bálsamos afrodisiacos, aprendí de memoria las posiciones sagradas del erotismo hindú y cuando empezaba a entrenar al perro para fotos artísticas, apareció el Sida y la liberación sexual se fue al diablo. En menos de un año todo cambio. Mi hijo Nicolás se cortó los mechones verdes que coronaban su cabeza, se quitó sus catorce alfileres de las orejas y decidió que era más sano vivir en pareja monógama. Paula abandonó la sexología, porque parece que ya no era rentable, y en cambio se propuso hacer una maestría en educación cognoscitiva y aprender a cocinar pasta con la esperanza de encontrar otro novio. Lo encontró, se casaron y luego vino la muerte y se la llevó, pero esa es otra historia. Yo compré ositos de peluche para los futuros nietos, me comí la mousse de salmón y ahora cuido mis flores y mis abejas.
Las actitudes políticas
por: Alfonso Carrido Lura *
Desde hace muchos años, la política argentina viene siendo influida por una serie de esquemas que deforman conceptos y obstaculizan la instauración de una auténtica democracia social. De entre ellos, vamos a referirnos a tres que consideramos entre los más importantes.
No pretendemos aquí analizar lo que el peronismo es, o fue, sino simplemente referirnos a la imagen que de él se tiene en un importante sector del pueblo argentino.
Parece claro que más allá de consideraciones de orden ético, o concernientes a su actitud con respecto a la libertad, o dirigidas al juzgamiento de determinados campos de su realización, como economía, educación, etc., lo que destaca el pensamiento de un porcentaje de los argentinos con respecto al peronismo, es su identificación con “lo popular” y la actitud correlativa de imaginar como “antipopular” a quien no acepta su “doctrina”.
Una insistente prédica de muchos años creó el mito y la mística, y la coyuntura económica hizo el resto. Pero no debemos atribuir la responsabilidad exclusivamente a los partidarios de Perón, sino encontrarla también en un buen sector de sus opositores, que no siempre se alinearon para enfrentarlo por lo mucho negativo que exhibían, sino para procurar la defensa de intereses incompatibles con los de la Nación.
“Peronismo-antiperonismo” vino así a reemplazar para muchos la antinomia “popular-antipopular”, desjerarquizándola y preñándola de contenido demagógico y politiquero, ocasionando una falsa y peligrosa división del pueblo argentino alentada a dos puntas por los logreros del fanatismo y por quienes vislumbraban en la estéril lucha la posibilidad de demorar la aparición de un nuevo perfil argentino.
Así ocurrió muchas veces que, cuando una acción de gobierno golpeaba duro en la “derecha” y se hacia necesario el lógico apoyo popular, éste se retaceaba o aun ciertos sectores se sumaban al coro de las lamentaciones, estrechando las posibilidad de acción.
Aunque de menor importancia, pero de efectos perniciosos porque se da en niveles de dirigentes, es el “desacomodamiento” que suele producirse entre algunos partidarios del cambio, algunos de quienes desean avanzar hacia soluciones más justas y aspiran a concretar la grandeza nacional por encima de las conveniencias sectoriales.
Sucede a menudo que aquellos que así piensan no creen en la democracia como forma de gobierno útil para llevar sus ideas a la práctica y suponen que el camino posible es el que puede abrir un régimen autoritario, partiendo de la afirmación sádico-masoquista de considerar impotente al hombre para luchar por un destino mejor. Se ha dicho que esta actitud nunca es revolucionaria, sino simplemente rebelde, y lo cierto es que esa rebeldía ha frenado en el país auténticas posibilidades revolucionarias.
Por otra parte, algunos de los que creían en la libertad y en la democracia, suelen confundir los conceptos y reducirlos a declamaciones aparte, al “mundo” de sus negocios.
Consecuencia de esto es que se haya debilitado, y en no poca medida, el frente progresista del país.
En un país como el nuestro, de gran movilidad social, es lógico que existan vastos sectores de nuestro pueblo, expectativas insatisfechas, porque el mejoramiento del nivel de vida siempre se ve como probable, y el avance de la técnica ha llevado a la categoría de indispensable algunas manufacturas que hasta hace poco habían sido consideradas poco menos que suntuarias. Cuando los presupuestos familiares no alcanzan para cubrir estos nuevos requerimientos, circunstancia común en los últimos años, hay una inclinación a responsabilizar al gobierno por el déficit. Así surge la idea de la necesidad de cambiarlo, luego la esperanza en el nuevo y sucesivamente otra decepción.
Esta actitud, a la que prestan mucha atención ciertos modernos asesores de propaganda deformadora de la opinión pública, hábilmente encauzada puede convertirse en un poderosísimo instrumento de desprestigio, no sólo de los gobiernos, sino de las propias instituciones.
Hemos conocido gobiernos buenos y malos, o, para usar comparativos, mejores y peores. En todos los casos, en el apoyo o en la oposición, el pueblo estuvo dividido. Eso nos ha llevado a padecer la estupidez. Si este padecimiento sirviera para unir al pueblo, podríamos dar gracias a Dios por nuestro dolor y prepararnos para un futuro inmejorable.
Unión que no significa eliminar las discrepancias, sino sencillamente respetar el juego limpio de la democracia. Unión en la autenticidad, firmeza en las convicciones, defensa común de valores fundamentales. He aquí una tarea para los argentinos de hoy, preocupados por la Argentina de mañana.
* Alfonso Carrido Lura es el seudónimo (un ingenioso juego de palabras) que, en tiempos de veda política, usó Raúl Ricardo Alfonsín.
No pretendemos aquí analizar lo que el peronismo es, o fue, sino simplemente referirnos a la imagen que de él se tiene en un importante sector del pueblo argentino.
Parece claro que más allá de consideraciones de orden ético, o concernientes a su actitud con respecto a la libertad, o dirigidas al juzgamiento de determinados campos de su realización, como economía, educación, etc., lo que destaca el pensamiento de un porcentaje de los argentinos con respecto al peronismo, es su identificación con “lo popular” y la actitud correlativa de imaginar como “antipopular” a quien no acepta su “doctrina”.
Una insistente prédica de muchos años creó el mito y la mística, y la coyuntura económica hizo el resto. Pero no debemos atribuir la responsabilidad exclusivamente a los partidarios de Perón, sino encontrarla también en un buen sector de sus opositores, que no siempre se alinearon para enfrentarlo por lo mucho negativo que exhibían, sino para procurar la defensa de intereses incompatibles con los de la Nación.
“Peronismo-antiperonismo” vino así a reemplazar para muchos la antinomia “popular-antipopular”, desjerarquizándola y preñándola de contenido demagógico y politiquero, ocasionando una falsa y peligrosa división del pueblo argentino alentada a dos puntas por los logreros del fanatismo y por quienes vislumbraban en la estéril lucha la posibilidad de demorar la aparición de un nuevo perfil argentino.
Así ocurrió muchas veces que, cuando una acción de gobierno golpeaba duro en la “derecha” y se hacia necesario el lógico apoyo popular, éste se retaceaba o aun ciertos sectores se sumaban al coro de las lamentaciones, estrechando las posibilidad de acción.
Aunque de menor importancia, pero de efectos perniciosos porque se da en niveles de dirigentes, es el “desacomodamiento” que suele producirse entre algunos partidarios del cambio, algunos de quienes desean avanzar hacia soluciones más justas y aspiran a concretar la grandeza nacional por encima de las conveniencias sectoriales.
Sucede a menudo que aquellos que así piensan no creen en la democracia como forma de gobierno útil para llevar sus ideas a la práctica y suponen que el camino posible es el que puede abrir un régimen autoritario, partiendo de la afirmación sádico-masoquista de considerar impotente al hombre para luchar por un destino mejor. Se ha dicho que esta actitud nunca es revolucionaria, sino simplemente rebelde, y lo cierto es que esa rebeldía ha frenado en el país auténticas posibilidades revolucionarias.
Por otra parte, algunos de los que creían en la libertad y en la democracia, suelen confundir los conceptos y reducirlos a declamaciones aparte, al “mundo” de sus negocios.
Consecuencia de esto es que se haya debilitado, y en no poca medida, el frente progresista del país.
En un país como el nuestro, de gran movilidad social, es lógico que existan vastos sectores de nuestro pueblo, expectativas insatisfechas, porque el mejoramiento del nivel de vida siempre se ve como probable, y el avance de la técnica ha llevado a la categoría de indispensable algunas manufacturas que hasta hace poco habían sido consideradas poco menos que suntuarias. Cuando los presupuestos familiares no alcanzan para cubrir estos nuevos requerimientos, circunstancia común en los últimos años, hay una inclinación a responsabilizar al gobierno por el déficit. Así surge la idea de la necesidad de cambiarlo, luego la esperanza en el nuevo y sucesivamente otra decepción.
Esta actitud, a la que prestan mucha atención ciertos modernos asesores de propaganda deformadora de la opinión pública, hábilmente encauzada puede convertirse en un poderosísimo instrumento de desprestigio, no sólo de los gobiernos, sino de las propias instituciones.
Hemos conocido gobiernos buenos y malos, o, para usar comparativos, mejores y peores. En todos los casos, en el apoyo o en la oposición, el pueblo estuvo dividido. Eso nos ha llevado a padecer la estupidez. Si este padecimiento sirviera para unir al pueblo, podríamos dar gracias a Dios por nuestro dolor y prepararnos para un futuro inmejorable.
Unión que no significa eliminar las discrepancias, sino sencillamente respetar el juego limpio de la democracia. Unión en la autenticidad, firmeza en las convicciones, defensa común de valores fundamentales. He aquí una tarea para los argentinos de hoy, preocupados por la Argentina de mañana.
Publicado en “Inédito, 26 de octubre de 1966
* Alfonso Carrido Lura es el seudónimo (un ingenioso juego de palabras) que, en tiempos de veda política, usó Raúl Ricardo Alfonsín.
Consejos útiles para disfrutar la crisis (fragmento)
por: Alejandro Borenstein
(Publicado en Clarín del 22/03/2009)
(Publicado en Clarín del 22/03/2009)
¿Se acuerda cuando decían que la crisis no nos iba a afectar, que nos encontraba muy bien parados y que, sólo, se frenaría un poquitito el crecimiento? ¿Se acuerda cuando la Presidenta, decía que el problema era de ellos y que nosotros estábamos fenómeno? Patapúfete. Parece que la cosa no era así. ¿Sabe porqué? Es muy simple. Como los americanos están en crisis, le compran menos zapatillas a los chinos. Y como los chinos venden menos zapatillas, nos compran menos morfi. Los que dicen que el mundo siempre va a necesitar alimentos, se olvidan que los chinos o los hindúes saben vivir fenómeno sin una tirita de asado. Políticos y economistas, salvo honrosas excepciones, hace rato que la vienen pifiando.
Ahora todo vale menos. El petróleo, pasó de 140 a 50. La soja vale la mitad, el trigo vale la mitad, Messi y Tévez valen la mitad. La casa que Ud. tiene vale menos. Su coche, si es que tiene, vale muchísimo menos. Las acciones no valen nada, o sea, las empresas no valen nada. Sus bonos argentinos, que ya no valían nada antes de la crisis, imagínese ahora.
Ud. está angustiado y razones no le faltan. Si hace un año se compró un televisor, todavía está garpando las cuotas, y ahora ve que lo venden a la mitad de precio, lo entiendo perfectamente, usted se siente un forro (con perdón de Benedicto). Si se gastó toda la mosca en las vacaciones, porque creyó en los que decían que la crisis era en EEUU, y que acá no pasaba nada, usted está frito. Si se compró un derpa a más de dos lucas el metro, sólo porque en la terraza del edificio hay un rectangulito de 3x4, que contiene mitad agua, mitad orín de chicos, y que los inmobiliarios llaman "amenities", perdóneme pero usted está en el horno. Y si se compró un campo, calculando que lo iba a arrendar para una soja de 600 dólares, mamita. Que Dios lo ayude.
De todos modos, arriba los corazones porque la crisis tiene su lado positivo. Solo hay que saber verlo. Se lo voy a demostrar.
Ahora todo vale menos. El petróleo, pasó de 140 a 50. La soja vale la mitad, el trigo vale la mitad, Messi y Tévez valen la mitad. La casa que Ud. tiene vale menos. Su coche, si es que tiene, vale muchísimo menos. Las acciones no valen nada, o sea, las empresas no valen nada. Sus bonos argentinos, que ya no valían nada antes de la crisis, imagínese ahora.
Ud. está angustiado y razones no le faltan. Si hace un año se compró un televisor, todavía está garpando las cuotas, y ahora ve que lo venden a la mitad de precio, lo entiendo perfectamente, usted se siente un forro (con perdón de Benedicto). Si se gastó toda la mosca en las vacaciones, porque creyó en los que decían que la crisis era en EEUU, y que acá no pasaba nada, usted está frito. Si se compró un derpa a más de dos lucas el metro, sólo porque en la terraza del edificio hay un rectangulito de 3x4, que contiene mitad agua, mitad orín de chicos, y que los inmobiliarios llaman "amenities", perdóneme pero usted está en el horno. Y si se compró un campo, calculando que lo iba a arrendar para una soja de 600 dólares, mamita. Que Dios lo ayude.
De todos modos, arriba los corazones porque la crisis tiene su lado positivo. Solo hay que saber verlo. Se lo voy a demostrar.
- Si Ud. es gorila, alégrese. El gobierno no tiene guita para volver a ganar elecciones.
- Si Ud. es marxista, aleluya, se acabó la lucha de clases. Ahora somos todos pobres. Menos Menem
- Si Ud. es un demócrata, festeje. Hasta julio, todo es campaña y voto. Mientras tanto, no existe la crisis. Después, agarrate Catalina.
- Si Ud. es kirchnerista y cree que está en problemas, olvídese. Por lo menos, ya nadie se acuerda de Antonini Wilson.
- Si la crisis le llevó la mitad de la guita, descorche! La sacó barata. Por lo menos a la crisis no le tiene que pasar alimentos.
- Si Ud. tenía cien lucas verdes en el Bank of América, para ellos Ud. era un microbio y no lo atendía ni el portero. Ahora, saque pecho. Al lado de ellos, Ud. es toda una potencia.
- Si Ud. compró oro a 1.000 dólares la onza, porque pensó que se escapaba, y lloró cuando enfilaba para los 800, no se caliente. Le explico: cuando Ud. ordena a un banco comprar oro, el banco le entrega un certificado de tenencia del oro. A menos que Ud. tenga los lingotes escondidos en la heladera, tengo una mala noticia para darle: los bancos han emitido certificados de oro por diez veces más valor que todo el oro físico que hay en el planeta. O sea que si Ud. cree que perdió un 20%, no se caliente. Ud. no perdió nada, porque nunca tuvo nada.
- Si Ud. usó todos los mangos que tenía para comprar acciones del Citibank porque creyó que más abajo no se podían caer, relájese. Peor están lo hinchas de Racing. Salvo que Ud. tenga acciones del Citi y encima sea hincha de Racing.
- Si Ud. pensaba que la crisis económica era lo peor, despreocúpese porque ahora llegó el bolonqui político, que también tiene su lado positivo.
- Si Ud. adora como ladra en los actos el Compañero Néstor, alégrese porque parece que va a ser candidato. Compre pochoclo y póngase cómodo frente a la tele.
- Si a Ud. le gustan Los 3 chiflados, disfrute. Macri, Narváez y Sola, siguen juntos. La sobredosis de Diclofenac que se dieron para desinflamarse el ego, dio resultado. Por ahora.
- Si Ud. ya se dió cuenta que Narvaez y Macri se quieren fumar en pipa a Sola y no entiende porqué todavía no lo tiraron por la borda, se lo explico bien fácil: para formar un peronismo disidente, ¡hace falta un peronista!
- Si Ud. tiene miedo que el trío se consuma todo el Diclofenac y la dejen a Lilita con su superego sin desinflamar, no se preocupe. Ella ya está en la etapa del Decadrón inyectable.
- Si a Ud. le gustan los debates parlamentarios, este es el momento. Ud. puede escuchar a gente seria que sabe lo que dice, pero también puede entretenerse con la participación de tipos como Borocottó y Jorge Montoya que son unos mamarrachos divertidísimos.
- Si Ud. está preocupado por el asunto de la inseguridad, tranquilo. El Gobierno se ha puesto al frente del problema. Bueno, está bien, tiene razón. Preocúpese.
- Si Ud. sigue angustiado por la inseguridad y ya entendió que el Gobierno no tiene la menor idea de cómo resolverlo, no se preocupe. Hay un montón de gente que está aportando ideas repiolas como la pena de muerte o la vuelta de la colimba. Y si Ud. cree que con esto no va a alcanzar, quédese tranquilo. Un par de días más y ya van a pedir el uso de armas químicas y ojivas nucleares.
- Y si aún así, Ud. sigue preocupado, no se caliente.. Muy pronto va a venir Macri y va a resolver el tema, como hizo en Boca, donde ya no hay más problemas con los barrabravas.
- Si todavía sigue angustiado, lea lo que sigue:
"La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla".
(Albert Einstein, Nobel de Física y peronista de la primera hora).¨
Visiones del Apocalipsis
Las manifestaciones de Elisa Carrió, seguramente por muchos motivos, suenan un tanto “apocalípticas” para muchos argentinos. Así fue que el escritor Martín Caparrós se valió de este adjetivo para describir peyorativamente a la famosa dirigente. Tras esto, se dio un debate entre Fernando Iglesias* y Caparrós, en el que el primero hizo un resumen bastante preocupante. Cito:
* Fernando Iglesias, escritor y periodista especializado en Globalización, es también diputado nacional por la Coalición Cívica (Ciudad de Bs.As.).
“ 2001 - 2009:Luego, Caparrós salió del paso con esto: “Yo lo que simplemente marcaba como algo simpático era la comparación entre el apocalipsis siempre anunciado de Carrió y el apocalipsis siempre anunciado de la Iglesia primitiva”. Buena respuesta, si no fuera porque hoy sabemos que muchas veces es la realidad la que está equivocada, y no los “profetas del apocalipsis”. La crisis financiera que hoy vivimos fue anunciada mucho tiempo atrás, pero quienes lo dijeron fueron tildados de “locos”: “¿No ves que está todo fenómeno?” Repito: a veces la realidad se equivoca, pero en algún momento se da cuenta.
- La deuda per cápita. Los argentinos debían cada uno 3.800 dólares en el 2001, que eran 3.800 pesos. Hoy debe cada uno 5.200 dólares, que son 19.000 pesos.
- Deuda Externa Total: 146.000 millones (en 2001), 187.000 millones ahora. 48% del PBI, 46% del PBI (respectivamente).
- Las reservas del Banco Central, si hacemos el cálculo, no quiero abundar, son mas o menos las mismas.
- La indigencia, que era del 13%, hoy anda en el 12,8%. La pobreza, que era del 38%, hoy anda en el 33%.
- La brecha social, entre el 10% más rico y el 10% más pobre, era de 27 a 1, y hoy es del 28 a 1.
- Los trabajadores en negro hoy son el 44% de la población (Económicamente Activa), las provincias están por emitir cuasimonedas, se cayó 32% la producción de automotores, 40% la siderurgia…
A mí me parece que lo que empieza a ser
apocalíptico es el escenario nacional. ”
* Fernando Iglesias, escritor y periodista especializado en Globalización, es también diputado nacional por la Coalición Cívica (Ciudad de Bs.As.).
Se viene el estallido
Usted ya estaba avisado. La crisis se viene con todo y a esta altura nada la va a parar. Recuerdo una conferencia de un economista, que allá por septiembre del año pasado sentenciaba: “Doy por descontada una recesión, que traerá un aumento de la conflictividad social. Lo único que queda por hacer es controlar el dólar”. Las palabras no son textuales, y las extraje de una charla que dio Tomás Bulat en la UNSa.
Los economistas, claro, tienen sus eufemismos: conflictividad social no es otra cosa que el despelote que ya hemos visto, y que seguiremos viendo en nuestras calles. Piden aumentos los maestros, los policías, los jubilados, pero no hay más plata para repartir. El campo pide baja de retenciones, los empresarios quieren menos impuestos, los servicios públicos exigen suba de tarifas. Junto a todo esto, se nota, se palpita, que la gente anda más nerviosa. Los “arbolitos” proliferan en la plaza, aprovechando la demanda del billete verde. La inseguridad viene creciendo y lo hará aún más. Veremos violencia de todo tipo. Cuando la gente se desespera es capaz de hacer lo impensado.
El empresariado sabe que “algo” está pasando. Si vendieron poco en enero, era que todos estaban de vacaciones. Para febrero, dijeron que, como venían de vacaciones, se ajustaron con los gastos. En marzo no hay plata porque empiezan las clases y hay que pagar la cuota de los chicos, la inscripción, los útiles y la ropa para la escuela. ¿Y en abril? Ya veremos qué excusa inventamos en abril…
Usted ya estaba avisado. “Abróchese los cinturones, que viene un aterrizaje forzoso”, le dije en diciembre pasado, en el nº1 de esta revista. En el nº2, le expliqué cómo se forma una burbuja (van a ver crecer algunas en este tiempo) y cómo se da una corrida bancaria. En el nº3, el extenso fragmento de “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand, nos da un ejemplo de qué pasa cuando se pretende distribuir el dinero “según las necesidades”, y exigir el esfuerzo “según la capacidad de cada uno”.
¿Queda alguna duda? ¿Necesita alguien más señales que las que ha dado el gobierno, estatizando jubilaciones, adelantando elecciones, bicicleteando vencimientos, subiendo impuestos cuando debía bajarlos? No diga que no le avisé: no importa si este gobierno sigue o renuncia, no importa si empieza a hacer las cosas bien o si sigue haciéndolas mal, no importa quién lo suceda si renuncia. Ya es demasiado tarde. Nos vamos a encontrar pronto en el fondo del abismo.
Los economistas, claro, tienen sus eufemismos: conflictividad social no es otra cosa que el despelote que ya hemos visto, y que seguiremos viendo en nuestras calles. Piden aumentos los maestros, los policías, los jubilados, pero no hay más plata para repartir. El campo pide baja de retenciones, los empresarios quieren menos impuestos, los servicios públicos exigen suba de tarifas. Junto a todo esto, se nota, se palpita, que la gente anda más nerviosa. Los “arbolitos” proliferan en la plaza, aprovechando la demanda del billete verde. La inseguridad viene creciendo y lo hará aún más. Veremos violencia de todo tipo. Cuando la gente se desespera es capaz de hacer lo impensado.
El empresariado sabe que “algo” está pasando. Si vendieron poco en enero, era que todos estaban de vacaciones. Para febrero, dijeron que, como venían de vacaciones, se ajustaron con los gastos. En marzo no hay plata porque empiezan las clases y hay que pagar la cuota de los chicos, la inscripción, los útiles y la ropa para la escuela. ¿Y en abril? Ya veremos qué excusa inventamos en abril…
Usted ya estaba avisado. “Abróchese los cinturones, que viene un aterrizaje forzoso”, le dije en diciembre pasado, en el nº1 de esta revista. En el nº2, le expliqué cómo se forma una burbuja (van a ver crecer algunas en este tiempo) y cómo se da una corrida bancaria. En el nº3, el extenso fragmento de “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand, nos da un ejemplo de qué pasa cuando se pretende distribuir el dinero “según las necesidades”, y exigir el esfuerzo “según la capacidad de cada uno”.
¿Queda alguna duda? ¿Necesita alguien más señales que las que ha dado el gobierno, estatizando jubilaciones, adelantando elecciones, bicicleteando vencimientos, subiendo impuestos cuando debía bajarlos? No diga que no le avisé: no importa si este gobierno sigue o renuncia, no importa si empieza a hacer las cosas bien o si sigue haciéndolas mal, no importa quién lo suceda si renuncia. Ya es demasiado tarde. Nos vamos a encontrar pronto en el fondo del abismo.
“No se asuste, prepárese. No huya, enfréntese. En algún momento se sale. Mientras, pregúntese qué haría usted si tuviera capital para invertir. ¿Dólares? Lo mismo piensa todo el mundo, por eso, hasta que no se frene su aumento, junto con todas las causas que lo provocan, deberemos olvidarnos de ver más empleo, más crecimiento, más bienestar. Ojala me equivoque, pero no lo creo.”
Matemáticas, el karma nuestro de todos los días
Coincidiendo con el espíritu didáctico de nuestra revista, hemos seleccionado lo mejor del humor matemático, para que en adelante todos podamos ver a esta ciencia con más cariño. Si no entiende los chistes, pregúntele a Bicho. No querrá usted perderse de reír tanto.
¿Qué es un niño complejo?
Un niño con la madre real y el padre imaginario.
Hay 10 tipos de personas:
Aquellos que entienden números binarios y aquellos que no.
Jesús a sus discípulos:
- En verdad os digo: y = x2 + 3x + 4.
Los discípulos empiezan a hablar entre sí hasta que Pedro se dirige a Jesús y muy apesadumbrado le dice:
- Maestro, no entendemos....
- ¡¡¡Es una parábola idiotas!!!
Van 3 estadísticos a cazar ciervos: Aparece uno entre dos árboles. Tira uno y le pega al árbol de la izquierda. Tira el otro casi al unísono y le pega al árbol de la derecha. El tercero grita: - ¡¡¡Le dimos, le dimos!!!
Refranero Culto
- Más vale plumífero volador en fosa metacarpiana, que segunda potencia de diez pululando por el espacio. (Más vale pájaro en mano, que cien volando)
- Crustáceo Decápodo que pierde su estado de vigilia, es arrastrado por el ímpetu marino. (Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente)
- Relátame con quien deambulas y te manifestaré tu idiosincrasia. (Dime con quien andas y te diré quien eres)
- A perturbación ciclónica en el seno ambiental, rostro jocundo. (Al mal tiempo, buena cara)
- El globo oftálmico del poseedor torna obeso el bruto vacuno. (El ojo del amo, engorda el ganado)
- Quien a ubérrima conífera se adosa, óptima umbría le entolda. (El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija)
- El rumiante cérvido propende al accidente orográfico. (La cabra tira al monte)
- Al andar maltrecho aplicarle premura. (Al mal paso, darle prisa)
- Cavidad gástrica satisfecha, víscera cardíaca eufórica. (Panza llena, corazón contento)
- Existe un felino en cautiverio. (Aquí hay gato encerrado)
- El que embriológicamente es traído al mundo con el diámetro anteroposterior de la cavidad abdominal aumentado, no logrará reducir su contenido visceral por más intentos forzados extrínsecos de reforzar dicha pared en su infancia. (El que nace barrigón, no dejará de serlo ni aunque lo fajen de chiquito).
Las enseñanzas de Mamá
Me enseñó religión: “¡Mejor rezá para que esta mancha salga de la alfombra!”
Me enseñó lógica: “¡Porque yo lo digo! ¡Por eso... y punto!”
Me enseñó ironía: “Seguí llorando y yo te voy a dar una razón verdadera para llorar.”
Me enseñó a ser ahorrativo: “¡Guardá las lágrimas para cuando me muera!”
Me enseñó contorsionismo: “¡Mirá la suciedad que tenés en la nuca! ¡Date vuelta!”
Me enseñó fuerza de voluntad: “Te vas a quedar sentado hasta que te comas todo.”
Me enseñó mesura: “¡Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado!”
Me enseñó el ciclo de la vida: “¡Te traje a este mundo, y te puedo sacar de él!”
Me enseñó ventriloquía: “¡No me rezongues! ¡Callate y contestame! ¿Por que lo hiciste?”
Me enseñó rectitud: “¡Te voy a enderezar de una sola patada en el trasero!”
Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: “¡Dejá de actuar como tu padre!”
Me enseñó la envidia: “¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no
tienen una mamá tan maravillosa como la tuya!”
Me enseñó lógica: “¡Porque yo lo digo! ¡Por eso... y punto!”
Me enseñó ironía: “Seguí llorando y yo te voy a dar una razón verdadera para llorar.”
Me enseñó a ser ahorrativo: “¡Guardá las lágrimas para cuando me muera!”
Me enseñó contorsionismo: “¡Mirá la suciedad que tenés en la nuca! ¡Date vuelta!”
Me enseñó fuerza de voluntad: “Te vas a quedar sentado hasta que te comas todo.”
Me enseñó mesura: “¡Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado!”
Me enseñó el ciclo de la vida: “¡Te traje a este mundo, y te puedo sacar de él!”
Me enseñó ventriloquía: “¡No me rezongues! ¡Callate y contestame! ¿Por que lo hiciste?”
Me enseñó rectitud: “¡Te voy a enderezar de una sola patada en el trasero!”
Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: “¡Dejá de actuar como tu padre!”
Me enseñó la envidia: “¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no
tienen una mamá tan maravillosa como la tuya!”
¡A reírnos con las desgracias de doña Educación!
Esto que sigue sucedió de verdad, en los exámenes de ingreso a una universidad de Córdoba. Lean las consignas, las respuestas de los alumnos (con la misma ortografía), y las acotaciones del profesor. Una comedia dramática de la vida real.
¿Qué es la atmósfera?: La atmosfera es el sitio donde se encuentran los procesos atmosfericos como las nubes. En esta parte se producen los rayos sismicos, que son aquellos que producen los terremotos y el temblamiento de tierra. (Confieso que acá me perdí...)
Averiguar si es primo el numero 2639: Para mi que este numero es primo porque no hay ningun numero que dividido por este numero que es 2639 nos de exacto. Si usted ve que esta mal lo corrija. (Me encantó la puesta en juego de la subjetividad para esta respuesta! “Para mí que...” Luego, el error matemático puede cometerlo cualquiera.)
Primera ley de Mendel: Mendel era un hombre que durante toda su vida se dedico al cruce de las plantas. De sus experiencias hizo un libro pero lo publican en una encuadernacion mala y la gente no se entero Despues de Mendel dos personas descubrieron lo mismo que el sin saberlo y vieron que habian perdido el tiempo inutilmente. (Qué huevones los dos tipos que vinieron después de Mendel, no? Descubriendo el agua tibia... Y que gil el profesor que se debe haber pasado un cuarto de hora contando la anécdota para introducir el tema... Che...¿Quién es Mendel?)
El anarquismo: Es una ideologia racional y astringente. (Será buena para la limpieza del cutis?)
Marco Polo: Fue un descubridor cartagines que pretendia descubrir America; que lo consiguio. Marco Polo: un pionero. (Colón: como los 2 huevones posteriores a Mendel.)
Acueductos: Eran para transportar el agua de un extremo a otro en vez de ir cargando con los cubos. (Esta es la más racional de todas.)
Los marginados: Viven en la calle, no tienen dinero y no poseen privilegios como es ovio. (Está muy bien!!! Yo lo apruebo.)
Una de posesiones: En las tierras del noble se uvicaba la casa del señor, el molino, la tostadora del pan , etc... (Este fué reprobado porque se olvidó de la heladera, lavarropas, microondas, etc...)
Esqueleto de la pantorrilla: Esta formado por el hueso mas largo del cuerpo, que es el fémur que va desde el omoplato hasta la rotula. (Mejor tomarse el subte, es un trayecto muy largo...)
El cerebro: Las ideas, despues de hablar se van al cerebro. (¿Qué decir...?)
Aves prensoras: Son las aves que viven en las “prensas”, sitios donde hay mucho agua. Tienen bonitos coloridos, como el cuervo. (¡Maravilloso! Debe estar pensando en los colores de San Lorenzo...)
Ejemplo de gallinácea que no sea la gallina: El pollo. (¿Está mal? A mí se me ocurre esa y el gallo...)
Depuración del agua: Se hace por los rayos ultraviolentos. (¿Vieron que la violencia no es nueva?)
Movimientos del corazón: El corazon siempre esta en movimiento, solo esta parado en los cadaveres. (Bueno... no estaría del todo mal... Firme y haciendo la venia...)
Anfibios: La rana tiene una hendidura cloacal, por la cual lanza el tipico sonido 'cloac, cloac'. (¡¡¡Insuperable!!!)
Ejemplo de parásito interno: Las visceras. (Este tiene un cerebro que es un parásito...)
Las algas: Son animales con caracteres de vegetales. (Igual a su padre...)
Antibióticos: El alcohol, el algodon y agua oxigenada. (Además de las vendas, apósitos, vinagre, sal, etc...)
Glaciares: Pueden ser por erosion y por defuncion. (O por opción y adopción...)
La soberbia: Es un apetito desordenado de comer y beber, que se corrige practicando la lujuria. (Este la tiene clara…)
Geografía - Qué rio pasa por Viena: El Vesubio Azul. (A veces se pone un poco marrón...)
Fases de la luna: Luna llena, luna nueva y menos cuarto. (Este atrasa...)
El hombre primitivo: Se vestia de pieles y se refugiaba en las tabernas (Gracias a los ecologistas, ahora se visten con fibra poliamida y no les permiten tomar alcohol...)
El último gran héroe: el "Yugo"
Tal vez a todos nos haya pasado que hubo un personaje en nuestras vidas que nos marcó profundamente. Uno de los “héroes” de carne y hueso que entraron en mi vida para no salir más fue Domingo Jakúlica, a quien llamábamos “el Yugo”, por su origen yugoslavo. Seguramente muchos salteños también lo conocieron en sus distintas facetas, pero aquí quiero contarles de cómo es conocer al “Yugo” en la infancia.
Cuando él tenía 75 años y yo 12, coincidimos en un viaje hacia el Baritú, esa selva impresionante y desconocida del norte de Salta. Allí, el mosquito promedio parece un helicóptero, pero el nos tranquilizó así: “No hay de qué alarmarse, aquí a esos bichos se los comen las arañas, y a las arañas se las comen las víboras, y a las víboras se las comen los tigres, así que pueden dormir tranquilos”.
¿Y cómo conocía tanto la selva? Ahí me vine a enterar que este simpático señor había sido un geólogo importantísimo, que desde 1945 andaba por esa zona realizando estudios para determinar su potencial petrolero. Si ahora a ese lugar no va nadie, imagínese hace 64 años.
A partir de 1954, abandonó esta actividad para dedicarse a la agricultura forestal. Así, el “Yugo” resumió su vida en el fabuloso poema que pueden leer abajo.
Recuerdo también las noches en que lo escuchaba describiendo las constelaciones en el cielo, o las largas horas que podía pasar recitando de memoria poesía española. Además, a sus 75 años jugaba al básquet y tenía un estado físico perfecto con el que se daba el lujo de abrirse camino a machetazos entre la selva. Tenía infinidad de anécdotas para contar, resaltando las veces que rescató a gente que se ahogaba en el río, ya sea colgándose de un helicóptero o haciendo un clavado desde 25 metros de altura.
El Yugo se fué en el año 2006, a los 84 años. En su vida hizo mucho, y dejó mucho por hacer (yo sé de una antología poética y un gran proyecto hotelero en Baritú). Dejó muchos amigos, y el imborrable recuerdo de un hombre tan admirable, de esos que quisiera que conozcan mis hijos y mis nietos, de esos que parece que ya no habrán más.
Cuando él tenía 75 años y yo 12, coincidimos en un viaje hacia el Baritú, esa selva impresionante y desconocida del norte de Salta. Allí, el mosquito promedio parece un helicóptero, pero el nos tranquilizó así: “No hay de qué alarmarse, aquí a esos bichos se los comen las arañas, y a las arañas se las comen las víboras, y a las víboras se las comen los tigres, así que pueden dormir tranquilos”.
¿Y cómo conocía tanto la selva? Ahí me vine a enterar que este simpático señor había sido un geólogo importantísimo, que desde 1945 andaba por esa zona realizando estudios para determinar su potencial petrolero. Si ahora a ese lugar no va nadie, imagínese hace 64 años.
A partir de 1954, abandonó esta actividad para dedicarse a la agricultura forestal. Así, el “Yugo” resumió su vida en el fabuloso poema que pueden leer abajo.
Recuerdo también las noches en que lo escuchaba describiendo las constelaciones en el cielo, o las largas horas que podía pasar recitando de memoria poesía española. Además, a sus 75 años jugaba al básquet y tenía un estado físico perfecto con el que se daba el lujo de abrirse camino a machetazos entre la selva. Tenía infinidad de anécdotas para contar, resaltando las veces que rescató a gente que se ahogaba en el río, ya sea colgándose de un helicóptero o haciendo un clavado desde 25 metros de altura.
El Yugo se fué en el año 2006, a los 84 años. En su vida hizo mucho, y dejó mucho por hacer (yo sé de una antología poética y un gran proyecto hotelero en Baritú). Dejó muchos amigos, y el imborrable recuerdo de un hombre tan admirable, de esos que quisiera que conozcan mis hijos y mis nietos, de esos que parece que ya no habrán más.
Erik Larsen
Explorando la Selva (Autobiografía)
El que lleva medio siglo
de andar la selva por dentro;
de recorrer sus quebradas
en busca de afloramientos;
de cabalgar largas sendas
con los mulares cargueros;
de abrirse paso a machete
en los montes más espesos;
de cruzar a nado ríos,
correntosos, turbulentos;
de trepar filos rocosos
y bajar despeñaderos,
para evaluar por las rocas,
su potencial petrolero;
siempre explorando la selva,
conociendo sus secretos,
ha visto en muchos lugares
el trabajo maderero:
arriesgado, fuerte, rudo,
pero atractivo en extremo.
A tal punto que, admirado,
pensó en hacerse obrajero.
Lo intentó por muchos años,
compró monte y elementos,
mas nunca pudo lograrlo
por algo que es su secreto:
¡se enamoró de la selva,
porque, en el fondo,
es un bohemio!
Y el corazón de la selva,
verde por fuera y por dentro,
le dijo que son los árboles
sus amigos verdaderos.
Y un amigo no se cambia
por un poco de dinero.
Por eso, no tiene obraje,
pero sí, miles de cedros.
Que es decir, miles de amigos,
allá arriba, en el faldeo,
cuyas ramas extendidas,
igual que brazos abiertos,
o reciben, cuando llega,
con un abrazo fraterno.Domingo Jakúlica
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