Me enseñó religión: “¡Mejor rezá para que esta mancha salga de la alfombra!”
Me enseñó lógica: “¡Porque yo lo digo! ¡Por eso... y punto!”
Me enseñó ironía: “Seguí llorando y yo te voy a dar una razón verdadera para llorar.”
Me enseñó a ser ahorrativo: “¡Guardá las lágrimas para cuando me muera!”
Me enseñó contorsionismo: “¡Mirá la suciedad que tenés en la nuca! ¡Date vuelta!”
Me enseñó fuerza de voluntad: “Te vas a quedar sentado hasta que te comas todo.”
Me enseñó mesura: “¡Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado!”
Me enseñó el ciclo de la vida: “¡Te traje a este mundo, y te puedo sacar de él!”
Me enseñó ventriloquía: “¡No me rezongues! ¡Callate y contestame! ¿Por que lo hiciste?”
Me enseñó rectitud: “¡Te voy a enderezar de una sola patada en el trasero!”
Me enseñó a modificar patrones de comportamiento: “¡Dejá de actuar como tu padre!”
Me enseñó la envidia: “¡Hay millones de niños menos afortunados en este mundo que no
tienen una mamá tan maravillosa como la tuya!”
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