martes, 20 de enero de 2009

Diógenes, el linyera ilustre


Vivía como un perro, aunque lo hacía por propia convicción. Todo lo que tenía eran unos cuantos harapos, y usaba como casa un tonel. Nació en Sínope (Turquía) hacia el año 413 a.c., y vivió unos 80 años entre la pobreza que había elegido para sí, siempre provocando con su ironía y su genialidad.

Diógenes perteneció a la Escuela de los Cínicos, quienes tomaban como modelo a la naturaleza y los animales como el mejor ejemplo de autosuficiencia. A partir de esto, fundaron un modelo ético cuya adopción pensaron que sería fundamental para alcanzar la felicidad. Con esta influencia, Diógenes predicó en palabras y en actos. Su vida de perro le dio nombre a la escuela cínica (del griego kynikos, significa “como un perro”), aunque hoy el término es usado para designar a falsos o desvergonzados.

Algunas de sus anécdotas:

Estaba Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Aristipo le dijo:
— "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas."
A lo que replicó Diógenes:
— "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey."

Cuando por cuestiones económicas fue desterrado de su ciudad natal, tomó el hecho con cierta ironía: «Ellos me condenan a irme y yo los condeno a quedarse.»

Según la tradición popular Diógenes caminaba por Atenas a la luz del día llevando una lámpara encendida, y cuando se le preguntaba que por qué hacía esto contestaba: "busco un hombre honesto sobre la faz de la tierra".

Cuando viajaba a Aegina fue secuestrado por piratas y llevado a Creta donde fue vendido como esclavo. Cuando fue puesto a la venta, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, Diógenes contestó: “Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo”. Fue comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le hizo tutor de sus hijos.

En otra ocasión le preguntaron por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que respondió: "porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos".

Pero sin duda la más célebre fue aquella en que se encontró con Alejandro Magno mientras el filósofo tomaba el sol plácidamente.
Fue Alejandro quien empezó la conversación así: - "Yo soy Alejandro Magno" -, a lo que el filósofo contestó: -"Y yo, Diógenes el cínico"-.
Alejandro entonces le preguntó de qué modo podía servirle. El filósofo replicó:
— "¿Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol? No necesito nada más".
Se cuenta que Alejandro se quedó tan impresionado con el dominio de sí mismo del cínico que se marchó diciendo:
— "Si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes".

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