Seguramente muchos piensan que esto que hoy nos toca vivir es algo totalmente nuevo. Pues siento decepcionarlos: las burbujas financieras han existido y existirán siempre, nos guste o no. Para entender qué es esto de la “burbuja”, primero hay que comprender algo básico de la economía: cuando un bien comienza a ser muy demandado, sea la causa que sea, si no hay más gente que salga a ofrecer eso que los demás piden, entonces el precio del bien subirá. Y esto pasa en todos los ámbitos: si una chica es muy demandada, puesto que no hay nadie como ella, para invitarla a salir seguro que exigirá caros restaurantes, joyas, autos y un largo etcétera.
Pues bien, sucede a veces que la demanda se “infla” tanto, que los precios empiezan a subir sin parar. Y como sigue subiendo, entonces muchos piolas quieren salir a especular: “Comprá euros, que ya van por los 5 pesos”, me dijeron hace un tiempo. Como buenos animales que somos, nos gusta seguir a la manada. Si todos quieren eso, entonces yo también lo quiero. Pasa igual con las mujeres: si alguno te dice: “¿Viste que linda y simpática que es la Ramona?”, por más que sea un bicho, uno empieza a buscarle el lado bueno, ¡¡¡y se lo encuentra!!! Consecuencia: todos quieren a la Ramona.
Pero en todos los casos, tanto en la economía como en los amores, siempre viene alguien a pellizcarnos y despertarnos del sueño: “Ché, que la Ramona está fulera”. Y ahora todos la vemos fulera, y ya nadie la quiere. Podríamos decir que la Ramona cotiza en baja. Igual sucede con cualquier bien: de repente, alguien dice: “Están pagando pavadas por algo que en realidad no vale ni la mitad”, entonces todos se dan cuenta y se largan a vender. Pero cada vez menos gente quiere comprar, entonces cada vez te pagan menos.
Se dice que la primera burbuja financiera ocurrió en Holanda por los años 1630. La flor del tulipán recién había llegado de Asia Menor, y nadie le prestaba mucha atención. Sin embargo, un virus que contagiaron hizo que empezaran a mostrar colores y texturas bellísimas, por lo que la gente se fue interesando cada vez más en la flor. Los precios fueron subiendo tanto, que la gente llegó hasta a vender sus casas para especular en el mercado del tulipán, siempre en alza. Por aquellos días, se llegó a pagar un bulbo lo que hoy equivale a unos U$S 33.000. Pero llegaron los aguafiestas de siempre, y, pensando que estos precios eran ridículos ya, y que no podían seguir subiendo, comenzaron a vender. La fobia vendedora se propagó rápidamente, y los precios cayeron de manera estrepitosa, haciendo perder a muchos los ahorros de toda su vida.
Da miedo pensar que hasta Isaac Newton cayó en la bolsa de los perdedores. Hacia 1720, las acciones de la “Compañía de los Mares del Sur”, dedicada al comercio con el nuevo continente, habían subido de precio constantemente. Sin embargo, los precios se desplomaron tras el loco estallido de la burbuja, originado en algunas sospechas de fraude y en el precio mismo, que ya era irrisorio. El frenesí vendedor dejó con cuantiosas pérdidas a muchos, entre ellos el propio Newton, quien, tras esto, dijo:
“Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, mas no la locura de las gentes”
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